OPINIÓN: Votar, votar, votar

Por Sergio Velasco de la Cerda

La doctrina del mal menor se sustenta en el principio ético de igual nombre que justifica la elección de un mal con tal de evitar otro mayor, es un como chantaje premeditado. 

El principio señalado aparece descrito ya en la Odisea de Homero, cuando en una de sus tantas aventuras, Ulises debe elegir entre navegar cerca del abismo del monstruo Escila y sacrificar a seis de sus marinos o enfilar cerca del escollo de la divina Caribdis, con el riesgo de perecer toda su tripulación. 

La regla del mal menor, también es defendida por Aristóteles en el segundo libro de su Ética, cuya versión latina reza: De dos males, el menor ha de ser siempre elegido. 

Sin embargo, hay que tener mucho cuidado, llevada al extremo esta doctrina podría usarse, incluso, hasta para justificar prácticas felizmente desterradas por los estados modernos democráticos y civilizados. 

En pocas horas estaremos enfrentados, como ciudadanos y ciudadanas, a una alternativa del tipo atrapado entre la espada y la pared o peor aún, atrapado sin salida.  

Todos y todas, este domingo estamos convocados a la urna para participar obligatoriamente de una elección, que se caracteriza por la falta de entusiasmo. Seguro algo mal presiente el ciudadano de a pie, en la génesis de este segundo proceso constitucional.  

Iremos como carneros a elegir consejeros constitucionales, para –dicho eufemísticamente – redactar una nueva Carta Magna que reemplace a la que heredamos del régimen de Pinochet. 

Texto constitucional que ya está “cocinado” entre cuatro paredes, arreglada por expertos que solo defienden intereses ajenos de la plutocracia dominante en nuestro país. 

En rigor votaremos para simular una participación ciudadana en la elaboración de un compendio legal, que ya huele a charquicán quemado, tutelado y cercenado.  

Definitivamente esta convocatoria cívica a sufragar no tiene un ápice de la mística, de entusiasmo, de esperanza, mucho menos la épica de la elección de los anteriores constituyentes.  

Lo del 7 de mayo será un remedo de un ejercicio democrático, que nadie se lo cree. Pero que tiene que optar por el mal menor. Una encrucijada decepcionante, sin destino alguno. 

Por el otro lado desentenderse dejándole abierta y despejada toda la cancha a las elites dominantes y a la extrema-derecha recalcitrante, para que redacten una constitución totalmente a su medida, es perpetuar los abusos e iniquidades habituales, que solo nos llevaran al caos. 

Enfrentado a este dilema. en este obligado escenario, bien vale la pena recurrir a la antiguas y nunca bien ponderada estrategia de elegir el menor entre dos males, como nos recomendaba Aristóteles, 

 Que en este juego de la pirinola, después de hacer girar el trompito el “toma todo“, no sea solo para favorecer a algunos pocos, en desmedro de las mayorías silenciosas. Por eso no queda más que votar, votar, votar.