Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
La situación política en España está en un momento crítico. Lo peor es que es una situación que no sólo se produce aquí, sino que tiene reflejos muy similares en muchos países. Por lo mismo, voy a comentar lo que ocurre en España y yo sé que mis lectores sabrán proyectarlo a los países donde viven. Y se darán cuenta de que lo que pasa aquí, es similar a lo que ocurre en otras sociedades.
La próxima semana, el Presidente del Gobierno hispano, Pedro Sánchez, esclarecerá una de sus más importantes decisiones: si dimite del cargo o no. ¿Y por qué se llega a esta situación? Según lo explica, porque la política tiene límites que deben ser respetados. Desde que asumió la Presidencia con el apoyo de su Partido, el PSOE; y de diversas fuerzas de la izquierda y del nacionalismo español, la derecha y quienes manejan sus acciones, la ultraderecha, no han parado de levantar acusaciones falsas para desgastar su imagen y acosarlo con el único fin de terminar abruptamente este período democrático y retomar sus privilegios y prebendas. Y ahora, la gota que llena el vaso viene con el acoso a Sánchez con falsedades sobre su esposa, Begoña Gómez. Entonces, el Presidente suspende toda su agenda de estos días y anuncia reflexión sobre su propio futuro.
Los límites de la política han sido sobrepasados en demasía, mucho más allá de lo tolerable.
Si esta situación persiste y el telón democrático cae, entonces cabe formularse preguntas de mucho calado. Como, por ejemplo: ¿Quiénes serán los más perjudicados? Sin duda, el conjunto de los ciudadanos, porque se paralizará el Estado del Bienestar. ¿Y qué pasará con los trabajadores? Que el sueldo mínimo, que ha sobrepasado a los mil euros mensuales, correrá el peligro de un retroceso. Que los logros obtenidos por ellos, los trabajadores, se perderán irremediablemente. ¿Y la salud? Pues, ya hemos visto que hacen esfuerzos por privatizarla, dando como primeros pasos la reducción de la atención primaria. ¿Y la educación? Ocurrirá lo mismo, privatizándola y a la pública, desvirtuando su calidad. ¿Y a la vivienda? Pues, está a la vista: protegiendo el abuso en cuanto a los alquileres, disminuyendo la construcción de viviendas sociales, favoreciendo las viviendas dedicadas al turismo. ¿Y el sistema de seguridad social? Se irá reduciendo porque para ellos es considerada una carga demasiado grande. ¿Y qué pasará con los inmigrantes, los grupos LGTBI, los con capacidades diferentes…?
En fin, hay muchas preguntas de lo que sucedería que no es necesario esforzarse mucho para ver el futuro que nos espera. Esta gente es capaz de reducir el Estado a un vulgar subsidiario.
España ha conseguido desde el retorno a la Democracia, un prestigio internacional de primer nivel, una credibilidad a toda prueba, un desarrollo impresionante y una madurez como nación, que la pone como ejemplo internacional.
Ha habido éxitos económicos destacados, reconocimientos internacionales de alto vuelo, especialmente en el conjunto de la Unión Europea. Además, durante la pandemia, en España conseguimos enfrentarla con éxito. Y no se contó con el apoyo de la oposición, la cual siempre buscó formas censurables de acoso, ocultando sus abusos, sus enriquecimientos ilícitos y su corrupción permanente.
Las instituciones funcionan, la acción gubernamental se ha desarrollado apegada a la legalidad, a la constitucionalidad, avanzando en la conquista de mejores condiciones para el conjunto de la sociedad. Y, a la vez, pacificando aquellas situaciones donde la controversia iba creciendo irremediablemente.
Refiriéndose al ataque constante de la derecha y la ultraderecha, una de las periodistas más importantes de este país, Angels Barceló, señaló con rotundidad: “No ha habido límites en la lucha partidista que no se haya traspasado en este ataque, con una maquinaria política, mediática y judicial, perfectamente engrasada”.
Resulta paradójico, entonces, que este tipo de actividades anti democráticas calan en determinados sectores sociales, engañan a gente humilde y hacen tambalear la democracia, que es el sistema de convivencia social que impera en la Humanidad desde hace miles de años.
Los intereses de unos pocos se contraponen con los de las grandes mayorías sociales y, para lo cual, utilizan todos los medios creados por ellos mismos para distorsionar la realidad.
Entonces cabe preguntarse sobre el futuro de la Democracia y a quién conviene que desaparezca.