Raúl, amigo…

Por Sergio Velasco de la Cerda

Han transcurrido veinticinco años de su fallecimiento, un 9 de abril de 1999, el Cardenal del Pueblo nos dejó para siempre. Fue muy duro constatar que ya no teníamos con nosotros a ese guía espiritual, que nos acompañó en las buenas y en las malas.

Tuve el honor y privilegio de ser considerado por él. De muy joven me encomendó responsabilidades y tareas de enorme envergadura para mis años. Particularmente en el campo educacional, como director de la Escuela Industrial y de la Fundación Obrero Campesina de la UC. (Duoc). en la ciudad-puerto de San Antonio.

Creo bueno recordar que junto al padre Juan Bagas Ballus, y un grupo de jóvenes idealistas, bajo el alero del rector, dieron forma a una institución profesional, con 103 sedes y sobre 100.000 alumnos y alumnas, a lo largo y ancho del país. Dichos alumnados, que por su condición socio-económica no podían ingresar a las tradicionales e inalcanzables universidades.

Su complacencia por esta magnífica inigualable obra la apoyaba con todo su fortaleza y espíritu salesiano. La congregación a la que dedicó toda su vida sacerdotal. Nos decía con frecuencia, que solo con educación los países pueden salir de la pobreza y la ignorancia, poniendo fin a la explotación y la esclavitud.

Por ello dentro de sus múltiples labores como cura de pueblo, obispo, arzobispo y Cardenal de Chile, siempre estuvo presente la creación de centros educacionales. El Instituto de Educación Rural, fundado junto a Rafael Larraín, permitió que más de 600.000, campesinos, pudieran aprender a leer y escribir optando a carreras técnicas en el agro, así lograrían ser libres y decidir por su propio destino y el de su familia. Esta tarea conmocionó al mundo campesino, iniciándose una verdadera revolución en libertad, en beneficio de las mayorías.

Al participar en el Concilio Vaticano II, presidido por el Papa Juan XXIII, “quien abrió las puertas y ventanas para que entrara aire fresco” permitió a don Raúl comprometer a la comunidad católica con los pobres, como su principal objetivo y función en la vida Eclesial, bajo ese paragua educó a los católicos en el compromiso social.

La fundación de escuelas, centros de formación técnica, institutos profesionales (Blas Cañas), universidades (Academia Humanismo Cristiano y otras) son testimonio vivo de hacer carne su lema sacerdotal “La caridad de Cristo nos urge”, pensando y aportando, para que la juventud chilena tuviera oportunidad, en su Patria, donde el deber de los gobernantes es y será, darle esperanza en días mejores.

No todo fue miel sobre hojuelas, las dificultades se le presentaron desde el primer día que el llamado a servir a Cristo penetró en su corazón. Trató de ingresar a la congregación jesuita, un severo malestar a su rodilla se lo impidió. Terminó sirviendo al Señor en los salesianos, a buena hora, el destino lo encaminó a la labor de docente.

Fue el iniciador de la Reforma Agraria, en los fundos que poseía la Iglesia, junto al obispo Manuel Larraín, de Talca, obviamente sus principales detractores fueron los latifundistas católicos, que no querían cambios en el sector y algunos curas y obispos.

La reforma en la Universidad Católica fue otro acontecimiento que le golpeó. Los y las estudiantes exigieron un cambio estructural al interior de esa casa de estudios. La lucha no fue menor, hasta lograr la renuncia de monseñor Alfredo Silva, asumiendo Fernando Castillo Velasco, de común acuerdo el primer rector civil. Fue exonerado del cargo de Gran Canciller por la dictadura, con el fin de intimidarlo, jamás lo lograron.

Las diferencias en la Conferencia Episcopal se hicieron sentir de inmediato entre los obispos, sobre todo los que desconocían la voz del Papa, con sus nuevas encíclicas que velaban por una mayor justicia social, defendiendo los derechos inviolables de la persona humana.

A menos de dos semanas de bombardeo a la Moneda, tras el cruento golpe militar crea junto a otros pastores de iglesias cristianas, el Comité de Cooperación para la Paz en octubre de 1973. Abrumado por tanto horror y terror, persecución y asesinatos masivos, en 1978 en pleno apogeo del crimen institucionalizado organiza el Simposio Internacional de Derechos Humanos: El cabildo metropolitano una vez más le niega la iglesia catedral. Igual lo hizo.

La Vicaria de la Solidaridad (1 de enero 1976) fue la sede donde pudo recibir a cientos de invitados de todo el mundo libre. Fueron miles los atropellados en sus derechos básicos, defendidos por los equipos de abogados que voluntariamente concurrían a los Tribunales. Incluso a riesgo de sus propias vidas y de sus familiares amenazados por agentes de la Dina o CNI. ¿Cuántos miles de compatriotas podemos contar esto?

Uno de sus peores enemigos estaba en su Iglesia, el nuncio Angelo Sodano, acérrimo pinochetista que permanentemente iba y venía con cuentos, al regresar a Roma fue nombrado secretario de Estado, asociado al obispo Medina, cumplido la edad lograron sacarlo de Cardenal de Chile, El Papa Juan Pablo II fue muy injusto, con la máxima autoridad moral de la Iglesia Católica Chilena.

Cuanta falta nos hace, es difícil encontrar otro líder como Don Raúl. Que defienda a los pobladores sin casa, a los trabajadores que pierden sus empleos, a los estudiantes que no encuentran matrícula, a los inmigrantes repudiados, a los jubilados y montepiadas, con pensiones misérrimas; a las mujeres maltratadas, a la niñez y juventud abusada, ¿habrá que esperar mucho? Fernando Chomali, la tarea que Dios te ha encomendado, es titánica, devolver la fe y la esperanza en Jesús.

Amigo Raúl el pueblo estará siempre contigo.