Desde Madrid
“Ninguna victoria militar podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica. No existen conflictos lejanos cuando está en juego la dignidad humana”.
Las palabras del Papa León XIV, máxima autoridad de una de las religiones más influyentes del mundo, son certeras y abarcan el sentimiento mayor de la Humanidad. Porque la Humanidad desea y lucha por vivir dignamente, sin abusos, sin desigualdades, con justicia y en paz.
Si no hay paz, no hay dignidad, porque significa que la violencia se impone. Y quienes imponen las cosas lo hacen por la fuerza. O sea, son prepotentes que no tienen argumentos para convencer al otro de sus intenciones. Y si hay vencedores y vencidos, éstos últimos viven sin dignidad, atropellados en sus derechos y en sus anhelos, porque son sometidos por una fuerza que es superior y que es manejada sin criterio, sin razones, sin sentidio común.
De esto mismo se desprende que los abusos someten, son cometidos por los que tienen la fuerza, por los que la usan una y otra vez, pisoteando al caido, al más desvalido, al débil. Someten sin medida, sin control y sin razones.
Y del sometimiento nacen las desigualdades, las inequidades, la existencia de estratos diversos que degradan y los abusos que ofenden. Si nacemos todos iguales, necesitamos iguales oportunidades para crecer, para avanzar y para desarrollar a la especie humana transitando por mejores caminos de vida. Mirando con optimismo el futuro, sin perder nuestras condiciones de una supervivencia digna en un mundo de paz.
Para conseguir una paz duradera y justa, necesitamos sentido común, criterios formados para alcanzar lo mejor y razones para convencer a los demás. Somos muchos más los que aspiramos a estas premisas, así como lo dice el Papa. Lo que ocurre es que tenemos dificutades para informarnos, para recibir el conocimiento necesario para adoptar las mejores decisiones, para convencer al otro con nuestras razones. Tenemos que ser ecuánimes en nuestras apreciaciones y honestos en comunicarlas. Con ello nos evitamos que los manipuladores, los que anhelan poder para obtener beneficios personales o de grupitos, consigan sus objetivos menores.
Estamos viviendo momentos en que la Humanidad se degrada. El más fuerte, militarmente hablando, se está imponiendo sin argumentos, sólo con balas y muerte. Quienes sufrieron la desgraciada persecución y muerte provocada por los nazis, son ahora los que provocan genocidio, persecución y muerte de sus vecinos. Dan vuelta la tortilla porque han sido manipulados por quienes quieren poder para si mismos, quieren someter para su beneficio personal, no convencen con argumentos ni con razones, porque no los tienen. Cometen abuso porque son más fuertes debido a las armas que tienen. Porque inflingen dolor y siembran tragedias.
Debemos combatirles con inteligencia. Debemos vencerles con el Humanismo que nos dota de razones y argumentos para avanzar por el camino de la felicidad y de la paz. Tenemos muchos tratados, acuerdos y leyes con los cuáles nos hemos dotado para crecer como seres humanos. Debemos aplicar las sanciones allí recogidas y que nos dotan del poder de la decencia. Sanciones morales que condenan a los abusadores, que sancionan la intolerancia, que impiden la injusticia. Pero debemos alzar nuestra voz, la voz de todos, porque debemos hacerlo entre todos, para que nunca más vuelvan a intentar someternos por la fuerza de la sin razón. Debemos censurarles y doblegarles por la fuerza de la razón que mueve al hombre justo y bueno.
Debemos aprender que la palabra, el diálogo, la búsqueda constante de los consensos, los acuerdos razonados y la aplicación de la tolerancia y el respeto, son las armas del verdadero hombre de paz.
imagen AFP Vatican News