Ley Karin: El hostigamiento y la burla

Por Hilda Zúñiga

El 1 de agosto entró en vigencia la ley 21.463, denominada tanto por la prensa como por las autoridades como la Ley Karin. Esto en virtud del suicidio de Karin Salgado, quien sufrió un acoso laboral y hostigamiento tan feroz de parte de sus pares y jefaturas que la condujeron al suicidio.

Muchas veces se olvida el origen de las leyes y en el ideario colectivo flota la idea del acoso sexual como la única forma de acoso hacia una mujer y siempre cometido por varones. En esta pugna histórica entre la brecha social hombres y mujeres, se invisibilizan muchos malos tratos que se dan en las relaciones laborales. No es que la igualdad para la mujer no sea importante, la creo más que necesaria, pero lamentablemente casos como este nos muestra lo depredador que puede ser las relaciones entre nosotras mismas como féminas, lo que es un signo inequívoco que como profesa el budismo: para cambiar la sociedad hay que empezar por una misma.

Cuando el trato entre mujeres y desde las jefaturas encabezadas por mujeres es así de despiadado, los discursos de las políticas con enfoque de género se diluyen por la falta de consistencia entre el título y el contenido. Entonces el trabajo urgente es hacia los valores culturales transversales y hacia la forma en como las mujeres nos relacionamos con nuestras pares. El trabajo empieza por casa.

El hostigamiento, la burla, el castigo salarial llevaron a Karin a un callejón sin salida, que al igual que en los casos de las chicas que se suicidan después de una violación, siempre me lleva a sentir cuanto fallamos como mujeres que no la abrazamos, que no la contuvimos, que no le dimos una salida ante tamaña barbaridad.

Ojalá que tal como lo indican la Ley, las acciones de prevención primen por sobre las punitivas y la ley no se convierta en la caza de brujas o una pasada de cuentas, perdiendo lo esencial que es hacer del mundo laboral un espacio de convivencia más amable, respetuoso y de desarrollo personal.