La geopolítica se ha vuelto cada vez más relevante para comprender las complejidades de las relaciones internacionales, particularmente respecto de países vecinales.
Es crucial examinar cómo los factores geográficos y la gobernanza de los territorios influyen en la dinámica del poder político; y cómo la toma de decisiones respecto del escenario global es un juego de ajedrez económico, político y militar.
Así, las consideraciones geopolíticas son el trazo que da forma a la política exterior y a los conflictos internacionales modernos, en un encadenamiento de impactos -leves o mayores- sobre la estabilidad global.
La base de la mayoría es la influencia geográfica en las relaciones de poder entre los Estados. La ubicación estratégica prácticamente invariable de los países, el acceso a los recursos naturales y los factores demográficos son fundamentales para determinar la influencia de una nación.
El ejemplo más claro son las vastas reservas de petróleo de Oriente Medio que lo convirtieron en un punto focal de interés internacional, con permanentes tensiones geopolíticas. El ascenso de China como potencia mundial es otro ejemplo, en este caso, intrínsecamente ligado a sus iniciativas estratégicas de despliegue comercial y político: Iniciativa de la Franja y la Ruta. El objeto de este es mejorar el alcance geopolítico de China mediante el establecimiento de rutas comerciales en Asia y transoceánicas hacia América Latina, de carácter permanente.
Las estrategias geopolíticas pueden conducir a conflictos en la medida que las naciones compiten por el dominio de territorios descuidando los factores de confianza. La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 es el ejemplo más claro de cómo ese tipo de decisiones pueden convertirse en crisis internacionales. La importancia estratégica de la región del Mar Negro subraya motivaciones geopolíticas más que centenarias detrás de las acciones de Rusia, imantando la tensión regional y las sanciones de quienes se sienten amenazados e intentan disuadir el acto agresivo. Ejemplo claro de cómo la apreciación geopolítica negativa puede desestabilizar regiones y generar respuestas de fuerza sobre territorios que se pensaba reposaban en paz.
Tales lecciones no pueden ser olvidadas por los países, lo que incluye a Chile, especialmente cuando el sustrato histórico o cultural negativo es un fuerte componente de la identidad nacional de una sociedad. Tal como ocurre en el caso de nuestro país en su región norte, la que manifiesta una enrarecida atmósfera de inseguridad, especialmente de carácter criminal.
Por lo mismo, comprender las dinámicas geopolíticas resulta esencial para formular no solo políticas exteriores que promuevan la paz y la estabilidad, sino adoptar medidas internas que resulten firmes en materia de gobernanza, pero no inciten la evocación de símbolos agresivos. Y que, por el contrario, faciliten las medidas de confianza entre los Estados. Mientras más se vuelve el mundo en un espacio interconectado, menos se puede subestimar la importancia de la geopolítica en los asuntos regionales y globales. Pero ello implica primero abrir la ventana y mirar el entorno inmediato, y después salir a caminar el mundo.