Un parásito —dicen los biólogos— es un ser vivo que se aferra a otro para sobrevivir. No lo mata, claro, porque necesita que siga respirando. Se alimenta de su energía, de su trabajo silencioso, y mientras uno adelgaza, el otro engorda sin hacer mucho esfuerzo. Así de simple… y así de brutal.
Y es que esa idea, la de vivir a costa de otro, no solo pertenece al mundo natural. También se cuela en nuestras relaciones, en la política, en los discursos de superioridad moral. Quizás por eso la película Parásitos, de Bong Joon-ho, nos dejó a todos tan incómodos. No fue solo por la familia pobre infiltrándose en la casa rica, sino por lo que insinuaba: que todos, de alguna forma, jugamos ese mismo juego. Unos suben, otros se cuelgan, y todos pretenden que la relación es simétrica.
Hace poco leí una columna de Cristian Valenzuela en el diario La Tercera titulada, curiosamente, Parásitos. En ella hablaba de los que viven “del Estado”, de quienes, según él, se aprovechan del sistema. Pero el giro no tardó en llegar: Fast Check descubrió que el propio Valenzuela también trabaja para el Estado. Ironías de la vida, ¿no? Es como si el dedo que acusa terminara apuntándose a sí mismo.
Y ahí uno no puede evitar pensar que la palabra “parásito” tiene dientes. Muerde cuando la lanzas sin mirar bien dónde estás parado. Porque al final, ¿quién depende de quién? ¿Quién chupa la energía del otro? Tal vez no sea tan fácil trazar la frontera entre el huésped y el intruso.
La verdad es que todos, en algún momento, nos hemos sostenido del esfuerzo ajeno. Algunos lo hacen con culpa; otros, con un discurso. Lo complejo es cuando el que predica pureza moral también está conectado al mismo cuerpo del que se burla.
Al final, la vida pública se parece más a un ecosistema que a una guerra. Hay simbiosis, dependencia, incluso cierta necesidad mutua. Pero cuando alguien finge estar por encima de los demás —como si no necesitara del mismo oxígeno colectivo—, ahí sí aparece el verdadero parásito: no el que sobrevive, sino el que no se reconoce en el espejo.