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    Sutil

    “Monsalve era un diputado al que lo tenían que ir a buscar al hotel para votar a las doce o 13 horas, donde venía evidentemente trasnochado, con evidencia de consumo de alcohol, y además jugaba en el casino” (emol 27/11/24)

    Sin ninguna sutileza, Juan Sutil profiere estas declaraciones en relación con la labor parlamentaria del defenestrado Manuel Monsalve.

    Sutil (llegaste a mí, me acordé del bolero, perdón) ex máximo dirigente del empresariado chilensis, que ante el vacío que dejó la santa Iglesia Católica después de la debacle que se le vino encima y que la acalló hasta ahora por motivos de todos conocidos, adquirió o bien adoptó en sus declaraciones periódicas durante su período dirigencial, ese tonito arzobispal, errazuriano, que confundía porque uno no sabía si lo suyo era una prédica dominical, un reproche a la feligresía o una advertencia empresarial en tono mierda buena onda.

    No escuché sus declaraciones que entiendo las hizo en radio Paula y las trascribió Emol en la señalada edición, pero claro está que lo arzobispal lo dejó de lado, quizá no en la forma, (entiéndase el tono) pero claramente en el fondo. Es lo que comúnmente llamamos hacer leña del árbol caído o, vulgarmente, patear en el suelo.

    Poco caritativito el comentario por decir lo menos. Sobre todo, que hasta donde sé, nadie profirió un comentario como ese durante el período en que Monsalve fue parlamentario, tanto más cuanto que (típica expresión leguleya) resultaba (y resulta por lo que se ve) gratis mandarse declaraciones contumeliosas como estas a la hora de referirse a la casta política, culpable sin derecho a apelación, de todos los males que padece nuestra copia feliz del edén y lugares aledaños.

    Por el contrario, según quienes lo conocieron en estas labores y, si bien el hombre no era un derroche de puntualidad, su labor parlamentaria era seria y la mayor de las veces certera e inteligente. De modo que resulta sorprendente que un tipo presumiblemente serio y sutil en sus intervenciones, nos venga a decir ahora, que siempre estuvimos frente un discípulo o remedo de Canitrot, con el agravante de que además era caído al litro y a la ludopatía.

    Fuerte declaración diría el Rumpi, y desubicada agregaría yo. Pero, en fin, todo el mundo opina (hasta yo me doy ese lujo) y en ello, muchas veces cuesta conectar bien la lengua con el cerebro y, en esto y frente a todo lo que acontece, nadie está exento de ser víctima de sus propios demonios o victimizar a otros u otras, con sus acciones.

    Pero no hay que olvidar una cosa, en la etapa procesal en que se encuentra Monsalve, lo claro – como lo advierte Armendáriz – es que los antecedentes que existen, solo dan para formalizarlo, esto es, que hay fundadas sospechas para presumir que hizo lo que la víctima dice que hizo mientras ella (y tal vez él) estaban hasta las manitas como dicen los mexicanos, después de haberse mandado entre ambos, 8 catedrales de pisco al hilo.

    Esta circunstancia no permite presumir que lo que afirma Sutil, que en su época parlamentaria Monsalve haya sido un bebedor consuetudinario, sea efectivo. Lo que sí queda fuera de toda duda, es que en el cargo que detentaba y los años que carga a cuesta, no podía andar comportándose como un adolescente en celo, como claramente resulta de todo lo visto, sabido y comentado, con las perniciosas consecuencias que tal conducta trajo para ella principalmente, para él, para el país y, por último (pero no último), para los que trabajaban y confiaban en él.

    Y por esa sola circunstancia, sin perjuicio de lo que se demuestre, en definitiva, bien merecido se tiene el lugar donde hoy se encuentra, cuestión que me atrevo a declarar sin pudor y abiertamente, sin empacho, ni sutilezas.

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