Primero fue España y ahora Francia los gobiernos que miran a la izquierda progresista, tras darle un portazo a la ultraderecha. El Nuevo Frente Popular, seguido por la coalición presidencial Juntos por la República gobernarán Paris, sacudiéndose del intento de los ultraderechistas de Marine Le Pen.
Más al norte, el Reino Unido tiene un nuevo gobierno, dirigido por el laborista Keir Starmer, un abogado de 61 años de ideas también progresistas. A ellos se suman Alemania, Bélgica, y Portugal, todos de centro izquierda y muy lejos de la ultraderecha. Países Bajos, Austria, Hungría e Italia están en manos de grupos conservadores, pero muy lejanos a la ultraderecha que, dicho sea de paso, no gobiernan ningún país importante entre las primeras potencias mundiales.
El mundo occidental gira a la izquierda moderada, como lo es en Chile, Brasil, Colombia, Bolivia y México, en Sudamérica. Derechas moderadas gobiernan en Uruguay, Paraguay, Perú y Ecuador, siendo los extremos, a ambos lados, Argentina y Venezuela.
Así, podemos ver que el mundo occidental sigue avanzando en los valores de la democracia, respetando las Naciones Unidas fundadas hace 79 años y sus organismos dependientes, como la OMS, la OIT y la Unesco, fundamentales y sobre los cuales la ultraderecha intenta minar sus quehaceres.
En este cuadro las superpotencias mundiales no entran en la ecuación, porque la forma de elección de sus gobiernos y cómo ejercen el poder hacen que se vean constantemente envueltos en conflictos bélicos y afecten la economía de todo el planeta, lo que lleva a pensar, necesariamente, que se trata de corporaciones privadas las que gobiernan en Estados Unidos, Rusia y China.
El escenario para gobernantes como Maduro y Milei (y antes Bolsonaro) no hace más que darle un tono folclórico y sentir lástima por los pueblos que se someten y son subyugados por enfermos mentales o seres mesiánicos, cuando no están también bajo control de traficantes o corporaciones.
Así, lo vivido en Europa Occidental trae un aire de esperanza desde Francia y el Reino Unido, que juntos a España, Alemania y Portugal auguran más libertad y justicia social.
Chile debe mirar y sacar enseñanzas sobre lo que el mundo nos está diciendo. Los extremos no tienen cabida en ninguna parte, solo la cooperación, la unión de voluntades puede traer prosperidad duradera a nuestro pueblo. El triunfo del No, el 5 de octubre de 1988, fue una muestra de ello. Estuvieron desde el Partido Nacional con Patricio Phillips y Carmen Sáenz, hasta el proscrito Partido Comunista detrás del fin de la dictadura.
Luego se tuvo una Concertación de partidos de centro izquierda, la que le entregó 30 años de desarrollo al país. Hoy está superada con sus virtudes y defectos. Son otras generaciones las que tienen que poner a Chile camino al desarrollo. No sigamos con la polarización y el miedo. No envenenemos la mente de los jóvenes, dejemos que construyan su destino.