Por Miguel Ángel San Martín, periodista, desde Madrid
Me llega un video terrible, desgarrador, dramático. Un soldado en activo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, absolutamente alterado por lo que ha visto y conocido de lo que ocurre en Palestina, se sacrifica prendiéndose fuego a las puertas de la Embajada de Israel, en el país norteamericano. La escena, grabada en video por él mismo, me impacta, me llena el alma de dramatismo y me hace llegar el mensaje del valor que le dio a su vida humana cuando una causa irracional lo motiva.
Leo con horror lo que ocurrió hace sólo unos días en la bella localidad mediterránea de Villajoyosa, provincia de Alicante, España. Un piloto ruso, Maxim Kuzmíkov, que huyó con un helicóptero Mi-8 de las fuerzas armadas y aterrizó en agosto pasado en una base militar de la región de Járkov, en el este de Ucrania, fue asesinado de seis balazos en un estacionamiento subterráneo de la localidad hispana. Las investigaciones del hecho, realizada por la policía española, lograron identificarlo mediante pruebas científicas, puesto que portaba documentación ucraniana falsa. Y esas investigaciones se orientan ahora a que un comando secreto ruso entró a este país para asesinarlo bajo la acusación de “traidor”.
Conozco detalles del secuestro en Chile del teniente coronel venezolano Ronald Ojeda, refugiado en Santiago y que en el año 2017 se había fugado de la prisión militar Ramo Verde, en su país. Las circunstancias son poco claras puesto que los cuatro secuestradores tenían acento venezolano y vestían uniformes de la Policía de Investigaciones de Chile. Las autoridades chilenas desmienten que hayan intervenido policías de nuestro país. La argumentación es clara, puesto que la situación del citado teniente coronel Ojeda había sido tratada en Venezuela en dos reuniones del Subsecretario del Ministerios del Interior de Chile, Manuel Monsalve: (Cita textual) “Mantuve dos reuniones en Caracas, en ambas estuvo presente el embajador, el secretario general de la Cancillería, el subdirector nacional de la Policía de Investigaciones. Las reuniones además también fueron públicas, conocidas, con fotos de sus asistentes”, argumenta Monsalve, quien agrega que es absurda la acusación de que intervinieron policías chilenos. “La información se basa en afirmaciones de un medio de prensa extranjero, con una clara orientación política y que entrega información sin fundamentos ni evidencia», subrayó.
Estos casos individuales citados como ejemplo, son terribles y marcan el desprecio por la vida humana que existe en el mundo en los actuales momentos. Son hechos brutales que conmueven a la opinión pública y que las autoridades se apresuran a condenar y a tomar medidas.
Pero ¿por qué no se actúa con la misma rapidez y contundencia ante el genocidio que está ocurriendo en Gaza? Allí, cada día, se producen matanzas indiscriminadas. En el más de centenar y medio de días de la acción brutal israelí, ya se sobrepasa la cifra de 30 mil muertos, diez mil de ellos niños. A esto hay que agregarle la enorme cantidad de desaparecidos. Además, los heridos, muchos de ellos mutilados, sobrepasan los 70 mil.
A pesar de todos estos datos infamantes, no se logra parar el horror de este nuevo holocausto.
La gente común y corriente condena la acción criminal de Hamas en su acto terrorista del 7 de octubre pasado, que dejó unos mil doscientos muertos en Israel. Fue un acto brutal y censurable, condenado por todo el mundo y que motivó un naciente gesto de solidaridad con el pueblo israelí. Pero ese acto deleznable no justifica la reacción tan violenta y mucho más sanguinaria que el acto terrorista de Hamas. Una reacción que sobrepasa los límites que la propia ONU fija en su Declaración sobre los Derechos Humanos.
Benjamín Netanyahu, Primer Ministro israelí, está enceguecido por el odio, por el rencor. Y se olvida del holocausto sufrido por su propio pueblo, actuando igual o peor que quienes lo ejecutaron el siglo pasado. La ola humanitaria del mundo entero va creciendo, porque no se puede tolerar tamaño genocidio. No cabe en la moral y ética del mundo un intento tan brutal de querer hacer desaparecer físicamente a un pueblo entero.
La violencia genera más violencia. El odio genera más odio. Y la inteligencia humana se diluye y todo se transforma en brutalidad. La vida humana pierde su precio y les transforma en vulgares bestias. Por eso debemos reaccionar, detener tal holocausto, desarmar la mano criminal, censurar a quienes le apoyan y volver a darle una oportunidad a la inteligencia para que actúe en paz. Es urgente, es necesario y, por sobre todo, es humano.