Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
La política tiene límites. Fundamentalmente límites éticos, morales, democráticos. Estamos viviendo momentos en que mientras unos tratan de construir, sus oponentes contraponen con violencia la destrucción. No hay intercambio de ideas, y ya sabemos que, cuando dos se enfrentan con violencia, ambos resultan dañados. Entonces, ese intercambio de improperios resulta estéril, inútil, incluso grotesco.
Chile no es la excepción y repite situaciones que se producen más allá de nuestras fronteras, en forma machacona, mimética e interesada. Y eso no nos conduce a nada bueno. Por el contrario, se pierde el sentido noble de la política y se entra en un terreno donde el más fuerte o el que más miente avanza sólo en la dirección que le conviene.
La política está pasando por un mal momento en nuestro país, producto no sólo de los malos modos ya descritos sino también por la corrupción que ha irrumpido con fuerza. Los partidos políticos se debilitan, pierden credibilidad.
Por desgracia, Chile está ingresando en los listados de país con una corrupción preocupante en el mundo de la política. Pese a las variadas medidas que se han tomado, quienes son corruptos cometen sus fechorías de forma hábil y muy difícil de combatir.
Desde las acciones del Gobierno, hasta la última autoridad de la Administración Pública, están sometidas en Chile a importantes mecanismos de control, fiscalización y combate de tales malas prácticas en el mundo de la política. Por ejemplo, el Ministerio Secretaría General de la Presidencia, coordina el cumplimiento de la agenda programática y legislativa del gobierno. Está la Comisión Asesora Presidencial para la Integridad y el Consejo de Auditoría Interna General de Gobierno. También hay control desde el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Contraloría General de la República, que cautela el principio de legalidad general de la administración. Existe el Consejo para la Transparencia y, también, la Dirección Nacional del Servicio Civil, que debe fortalecer la función pública. Además, la Unidad de Análisis Financiero tiene como objetivo prevenir el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo.
Finalmente, a nivel internacional, Chile ha suscrito diversas convenciones contra la Corrupción y para Combatir el Cohecho entre los Funcionarios Públicos Extranjeros en Transacciones Comerciales Internacionales.
En definitiva, nuestro país posee armas poderosas para salir de este estado de corrupción vergonzante, que paraliza nuestro desarrollo y perjudica la imagen de Chile en todo el mundo.
No podemos seguir en esta línea descendente. Por ello, estoy convencido de que la fuerza está en la participación efectiva de la gente. Necesitamos fortalecer los partidos políticos con nuevos y muy preparados dirigentes que vengan con ideas claras, que propongan iniciativas posibilistas de bien común y que, además, tengan bolsillos de cristal.
Hay grupos poderosos que manejan en forma indiscriminada sus recursos económicos para torcer voluntades. Y hay personas sencillas, humildes y agotadas, que caen en la trampa y les siguen.
En consecuencia, debemos recuperar la actividad política honrada que sea capaz de reconstruir la verdadera misión de los partidos políticos. Y debemos fijar los nuevos límites éticos y morales de la actividad política para retomar con fuerza el sistema democrático, único método de convivencia social que nos permitirá avanzar por el camino del progreso y del desarrollo integral de Chile.