Además, estaba ya consignado en las profecías de Nostradamus y en las Sagradas Escrituras: que a los 33 años te crucificarían, hijo mío. He ahí la explicación de lo que le pasó a Colo Colo con el Tata Magallanes.
Ni que alguien hubiera escrito un guion para la Revista Barrabases. Luego de abandonar la serie de honor hace ya 33 años, Magallanes, la vieja Academia, volvió desde sus cenizas cual Ave Fenix, en gloria y majestad ostentando una triple corona. La del Ascenso, la Copa Chile y la Super Copa. Y nada menos que ganándole a su hijo de siempre, Colo Colo, y con dos penales errados por los jugadores más pesados y lateros del campeonato pasado: el “cachetón” Pavez, y “permanente” Falcón, penales que sellaron la derrota de los albos. En Viña todavía esperan que la marea devuelva la pelota que chuteó Pavez.
Pueden decir que soy una monja lengua larga, y me pueden volver a excomulgar por habladora. Pero el regalo que Manojito de Claveles le acaba de hacer al futbol chico del país, ese que se juega con ganas y corazón, donde los guapos buenos para la pelota se lucen aunque tengan 40, como Albert Acevedo y Cortes, no pasa todos los días. Y fue una epifanía y así quedará para la historia (que para qué también, si tampoco es tanta y ya todo es negocio).
Pese a los magros titulares de la prensa encorbatada, los análisis alambicados de comentaristas de quinielas, y las penas del infierno que le promete el Presidente del club albo a Juan Martín Lucero, este seguramente todavía se está riendo. Igual que Opazo. El único triste en el más allá será don David Arellano, un grande que nunca debió dejar Magallanes. ¿Y la Copa? ¿Cuál Copa?