Ni herejes ni renegados, solo militantes de una distopia

Columna

Generalmente no escribo sobre libros. Los autores suelen enojarse conmigo, por las cosas que digo. Pero hoy voy a hacer una excepción y me referiré al libro “Memorias de un Militante” de Patricio Cueto Román (Trayecto Editorial, Octubre de 2022). Lo hago por dos razones. La primera porque ambos militamos en la tercera edad, aunque somos divergentes políticamente, y nos queda poco tiempo para razonar o escribir. La segunda porque el libro de Cueto en sí, es una dialéctica perfecta de muchas cosas, apiñadas desde la obsesión de fe de una militancia temprana, llena de constantes desarraigos, cuya frescura de alguna manera me saca al pizarrón por identidad de tiza.

La memoria a secas es una necesidad y distintivo universal de humanidad y en ella está la clave de nuestra libertad. Sea introspectiva y destinada a agotarse en el puro recuerdo ocasional o justificativo de la propia mente, cosa muy común en un militante comunista; o sea discursiva, y hecha para ser leída por otros. Contada a todo el mundo, como verdad, rumor, ofensa o fantasía. Quizás para sacar palabras que la entropía enmudece en la boca. A la política le gusta la memoria contada. Como acción humana destinada a las vidas de hombres, mujeres y sueños en comunidad, la discursiva le despierta a la política el morbo de la historia. De saber muchas cosas, aunque sean contadas a medias. Porque siempre ello permitirá mirar, entrever, comparar, argumentar, alimentando el mito de que la política es dialógica y no solo ejercicio de poder, aunque el poder sea lo que manda.

Quizás si lo más importante del libro no sea el relato del proceso de ruptura, sino el entierro de Manuel, ese personaje que habitó la vida de Patricio Cueto como militante clandestino y que ahora descansa en paz, luego de esta publicación. Para beneplácito de aquellos que podemos gozar de la presencia del autor, vivo y activo en la democracia.

La memoria de Cueto, escrita aquí a retazos, proviene de los bordes de la oscuridad religiosa de los partidos comunistas. Y es valiente en dos sentidos. Porque puede haber muchos que renieguen de su fe, pero la mayoría no quiere recordar ni argumentar las razones del desencanto. Y si lo hacen, la mayor de las veces es sin nombres ni muchas referencias que permitan identificar los ambientes positivos o negativos que la rondan. La segunda, porque el demonio de la traición, siempre revolotea en sus frases que, en ese exquisito autocontrol llamado razón autocrítica por los partidos comunistas, la vuelven parca, mezquina de datos. O tal vez, una extensión de silencio adiestrado en años de clandestinidad y peligros.

Es útil también recordar el aserto de que de cualquier historia siempre existen al menos tres versiones: la tuya, la mía y la verdad. Y que en política lo peor es que alguien te dañe la autoestima diciéndote lo que piensan de ti, como lo hace Cueto con Guillermo Teillier actual Presidente del PC chileno. Un buen político tiene una alta autoestima y todo lo negativo en boca de otros siempre será traición, culpa y justificación. Isaac Deutsher, ese excelso biógrafo de Trotsky, que siguió siendo marxista convencido hasta el final de sus días, elaboró las categorías herejes y renegados, para distinguir aquellos que actúan una memoria autocontrolada, de aquellos que lo cuentan todo.

En el libro de Cueto no caben ni herejes ni renegados sino solo adherentes o desafectos de una enorme distopía llamada socialismo real. Y a Chile, en su actual momento histórico le hace bien hurgar en su pasado, y lo de Cueto tiene un discreto encanto para recrearse en ello.

“Memorias de un Militante” merece leerse. A mí me pareció que podría haber tenido más memorias y quedé con gusto a poco en algunas cosas, pero ahí está la vida que le tocó al autor o la que quiere contar. Basada en hechos reales dice un subtítulo, que creo que es redundante pues las memorias son reales y no imaginadas. Pese a estos dos tics, el libro es abundante en muchas cosas, y ese es su valor intrínseco, que tenga muchos focos distintos. Lo que dice y afirma es veraz y único, aunque lo podamos leer en otros libros también. Porque pocas veces tenemos una vida mínima en todo su valor. Desde la temprana afiliación política, a la explicación y disculpa a la familia por los abandonos. Desde la molestia consigo mismo multiplicada silenciosamente en los desencantos hasta la deserción intelectual como ejercicio de libertad de alguien inteligente y sencillo frente al estúpido juego burocrático y los chantajes emotivos sobre el proletariado y la causa. Que por lo demás vivió en carne propia como proceso de proletarización.

El texto también trasluce un elemento más, tal vez no querido, cual es la profunda discriminación de clase que evidencia el PC chileno en el exilio, con sus dirigencias burocratizadas por un estalinismo del subdesarrollo. Idénticas a las del PS, pero más herméticas.

Pero quizás si lo más importante del libro no sea el relato del proceso de ruptura, sino el entierro de Manuel, ese personaje que habitó la vida de Patricio Cueto como militante clandestino y que ahora descansa en paz, luego de esta publicación. Para beneplácito de aquellos que podemos gozar de la presencia del autor, vivo y activo en la democracia.

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Abogado, analista político y experto en temas de seguridad.