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    Fútbol y política

    Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

    Como estamos en momentos muy “futbolizados”, voy a hablar de este deporte y sacar ejemplos de él para intentar ponerlos en práctica en la política contingente.

    Mientras se disputa la Copa América, coincidente con la Eurocopa de Naciones, es bueno buscar aquellos paralelismos que nos grafican lo que se puede hacer en materia de política. Y me explico.

    En los dos torneos internacionales se produce un hecho significativo. Equipos modestos, sin demasiadas estrellas relumbrantes, están avanzando en busca del título de campeones. En la Copa América, Uruguay y Brasil, dos poderosos por historia y por estrellas en sus respectivos equipos, han sido eliminados de la disputa del triunfo final.  En el torneo europeo, España e Inglaterra están clasificados para definir quién es Campeón.

    Favoritos se han ido quedando en el camino y han ido surgiendo los que no figuraban en las preferencias de los comentaristas y entendidos.  ¿A qué se debe esto?  Creo que la respuesta está clara: el fútbol es un deporte de equipo. Hasta las estrellas más rutilantes deben sumarse al esfuerzo colectivo, deben bajarse de su sitial relumbrante y convertirse en un elemento más de la maquinaria que lleva su misma camiseta. Y debe trabajar con el mismo sudor de todos para alcanzar el objetivo de poner los colores de su país en lo más alto del concierto continental.

    Colombia hizo lo suyo, con esfuerzo, sufrimiento y orden, dejando en la cuneta al poderoso Uruguay. España lo ha venido demostrando durante todo el torneo europeo, con un juego de conjunto, con una mixtura de veteranía y juventud. Y ambas selecciones demuestran que esa fórmula del juego en equipo da resultados potentes, siempre y cuando asuman las ideas de un técnico convertido en líder creíble, sencillo y que no muestra favoritismos con ninguno de los jugadores. O sea, un técnico/líder que es capaz de unir a un vestuario en torno a una idea clara y precisa.

    En la política, ese panorama también puede y debe aplicarse. Todos deben unirse en torno a ideas claras, precisas y realistas. Ideas que transiten por un camino que conduzca claramente a la consecución de convertir en realidad los sueños comunes.  No se necesitan estrellas relumbrantes, sino lideres honestos y creíbles que profesen ideas posibles de concretar en beneficio de las grandes mayorías.

    Se necesita un proyecto muy definido, con objetivos que unan y que representen soluciones para los grandes problemas que afectan a los sectores mayoritarios de la sociedad. Y ese proyecto de mínimos debe contar con las ideas que aporten los demás protagonistas, organizadas y proyectadas de forma que sean comprendidas y asumidas por todos.

    En política, el bienestar general es el gran trofeo. Y todos debemos aportar en el esfuerzo para alcanzarlo. Elaborar un programa asumible por la mayoría y encontrar los líderes y “sublíderes” que puedan encabezarlo con éxito.

    La Democracia es el “terreno” donde se disputa el campeonato. Debemos protegerlo, cuidarlo y habituarnos a jugar en él con entusiasmo y convencimiento. Los modestos, humildes y sencillos forman el equipo dispuesto a conquistar el estado del bienestar. Entonces, todos debemos aportar a esa tarea. Sin relumbrones, sin ambiciones personales o de pequeños grupos, pensando siempre en las grandes mayorías.

    El trofeo será, simplemente, la equidad, la justicia y, en definitiva,  la felicidad.

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