Ad portas de la elección del nombre para Fiscal Nacional que el Presidente Gabriel Boric debe enviar al Senado para su aprobación, está claro lo que el país requiere y desea. Ningún cautivador experimento de cambios estructurales, ni políticas institucionales de ensayo y error, o una nueva apuesta meramente administrativa.
El país requiere un Fiscal Nacional con temple, confianza y conocimiento de lo que hace, y con voluntad de actuar.
Requiere que tenga un conocimiento profundo de una institución desmotivada que deberá gobernar por ocho años, independientemente de los cambios que se le introduzcan en el futuro. Porque la crisis de seguridad que vive el país ni es el resultado de una mala gestión del Ministerio Público, ni se va a solucionar con un Nuevo Fiscal que venga desde fuera. Hacerlo requiere de todos y cada uno de los fiscales que él tiene, motivados a una acción que los valore y les exija. Y eso no se logra desde la vereda del frente o solo desde una sala de litigaciones.
El momento es clave, porque lo que empezó siendo una abdicación de la propiedad de la acción penal frente a un organismo administrativo como el SII hace ocho años, en la crisis del financiamiento ilegal de la política, ha terminado en ausencia de investigación penal frente al crimen organizado, en carencias administrativas básicas para apoyar a los fiscales en su trabajo y en un cuchicheo político mojigato sobre la seguridad, que no se atreve a nada.
Porque puedo hacerlo con libertad en un tema en el que me declaro experto, sin falsas modestias, como es el de la seguridad, me declaro también partidario de la que creo es la mejor carta de Fiscal Nacional que el país hoy tiene: José Morales. Lo hago sin desmerecer al resto de los candidatos, pero creo que es quien tiene el temple, es decir el punto de dureza y flexibilidad, para encarar esta compleja etapa. Si me equivoco, me lo pueden cobrar, pues todavía, a pesar de muchos, puedo jugarme el opaco prestigio que tengo y seguir viviendo tranquilo. Pero lo hago también por una convicción que expresé hace ya ocho años diciendo que don Jorge Abbott seria el peor Fiscal a elegir. Lamentablemente para Chile, la vida me dio la razón.
En todo caso, pienso que hay tres requerimientos tecnológicos que no se pueden eludir en esta hora, pues sin ellos no habrá investigación penal en serio, aunque un hombre con temple dirija la Fiscalía Nacional:
El primero es un Laboratorio Nacional de ADN de última generación, con bancos de datos amplios y en red pública, para muestras y ensayos.
El segundo, es otro laboratorio nacional, este de balística, otra vez de última generación, con registros y archivos nacionales y bancos de prueba. Generalmente un porcentaje mayor de las armas que se mueven en la calle vienen de arsenales públicos que se descontrolan.
El tercero, es un sistema digital de apoyo a las investigaciones de los fiscales, pero de calidad, con inteligencia artificial y capaz de desarrollar y aplicar algoritmos complejos para investigaciones complejas. No la farsa montada en la administración anterior que ni en trance de irse pudo solucionar su inventor, don Jorge Abbott.
En esos puntos creo está el resorte de mando de la persecución mayor, del crimen organizado, la violencia y la corrupción. Y la preeminencia y autoridad de los Fiscales frente a las policías y en su gestión de tribunales.