El cigarrillo electrónico es considerado una grave amenaza para adolescentes y personas embarazadas, aumentando la exposición al entorno de nicotina y sustancias tóxicas.
De hecho, el Instituto de Salud Pública (ISP) sostiene que las impurezas encontradas en las esencias de los vapeadores superan los límites permitidos, mientras que los saborizantes usados no se encuentran autorizados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA en sus siglas en inglés).
La recomendación del ISP es no utilizar estos dispostivos ya que no cuentan con registro sanitario ni tampoco se puede asegurar que el producto adquirido sea original y que tenga los estándares de seguridad mínimos. De hecho, uno de los mayores problemas es que los proveedores no informan en sus componentes la presencia de nicotina y/o cannabidiol.
“Fumar le hace daño a cualquiera, pero la compra de un producto que carece de estándares de seguridad y de calidad es un peligro para los consumidores, a lo que todas las personas deben estar atentas”, comenta Hernán Calderón, presidente de la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios (Conadecus).
Los estudios realizados hasta ahora indican que los cigarrillos electrónicos contienen elementos orgánicos volátiles como etanol, níquel, estaño y plomo. Y además de provocar periodontitis (infección en las encías), los cigarros electrónicos aumentan las probabilidades de enfermedades cardiovasculares, duplicando el riesgo de sufrir infartos.
Durante el 2019 la Subsecretaría de Salud Pública en la Circular B/25 sostiene los peligros de los cigarrillos electrónicos, advirtiendo los síntomas con los que pueden llegar a urgencias cientos de pacientes, destacando que el vapor del cigarro electrónico “no es vapor de agua”.