“¿Quién le dio este teléfono?”

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La pregunta resulta casi tonta, en la boca de un fugitivo rebelde y peligroso, como lo definen las autoridades. Un líder nato, según intelectuales mapuche. Pero cuando usted recibe un llamado de un número que no reconoce, no parte confirmando que es al que buscan. Aunque la única llamada peligrosa sea la de una casa comercial a la que le debe una plata. “¿Quién le dio este teléfono?” dijo Llaitul confirmando que era a quien llamaban y, más bien, buscando confirmar la llamada. Por eso se pasó al “hablemos por WhatsApp”. Pura continuidad de un contacto.

Los discursos de la política (todes) se han volcado al control o uso electoral de algo que claramente es un error no forzado del Gobierno, pero que es su responsabilidad directa. Circulan versiones de todo tipo que amplifican los efectos nocivos de la chambonada. A los que les gusta jugar a la inteligencia, debiera partir de la premisa que en los conflictos más enconados, incluidas las guerras, los actores directos facilitan la existencia de “área de poco roce o intercambio”. Eso fueron Suiza, Suecia, Finlandia, o Marruecos, durante la Segunda Guerra Mundial. Incluso España y Portugal, que mantuvieron su “neutralidad” durante la guerra. Si no lo haces, eres ciego. Claro que debes hacerlo con doble o triple control y no a la desbandada.

En un conflicto interno, en el que se debe asumir que la acción de la CAM es una guerrilla en estadio primario, que amenaza la paz social y la integridad del país, pero no tiene territorio liberado, es esencial agotar todos los mecanismos de contacto. Particularmente en las principales rutinas institucionales territoriales del Estado, que en este caso hacen el Ministerio de Desarrollo Social y la Subsecretaría de Desarrollo Regional (Subdere) que dirige Miguel Crispi, y depende del Ministerio del Interior. Esas rutinas quedan supeditadas al interés mayor, que es de carácter político estratégico, y obliga a un protocolo especial de coordinación que cuide la coherencia gubernamental. ¿Nadie lo hizo, y a la hora de la chambonada alguien dijo “pégale” a Vega?

En ese mismo sentido, si por algún hecho relevante oculto (solo él lo sabe), un rebelde a la justicia decide entregarse, el que parece ganar debe poner un escenario que resulte veraz y coherente con el relato político de los actores conchabados. Es decir, cautelar la imagen propia y dañar de manera controlada la del rebelde. Porque a lo mejor después coopera con la justicia y debe mantenerse relativamente creíble. Así, el diputado Schalper, rosadito él, debiera bajar sus decibeles porque incluso Alfredo Moreno, ex ministro de Desarrollo Social de Piñera, aplicó esta premisa de gobernabilidad y dialogó con Víctor Ancalaf, alto líder de la CAM y camarada de Llaitul.

El subdesarrollo institucional de Chile, parece mirar el retorno del entrañable Agente 86, ultra secreto de SMART. Pues la parodia de Llaitul parece demasiada chambonería. Lo más probable es que a esta hora, los malangas se rían de los políticos chilenos, de sus policías, de su sistema de justicia y de sus gobernantes, con mayor razón luego del ingenuo punto de prensa de la ministra Camila Vallejo. Está bien lo de Vega, pero si cae otra llamada telefónica previa de otra autoridad a Llaitul, o de algún asesor de La Moneda, mucho más complicado quedará el Gobierno. Pues ella ya reconoció que no había coordinación interna y lo de Vega tiene mucho de falta de coordinación y control político efectivo.

Mientras tanto, el populismo de TV hace su agosto, como lo hace también don Héctor Llaitul, que se entregó como pollito después del café, y ya goza de las primeras planas de la prensa y una renovada imagen que lo elevan a figura cacical, por su templanza de entregarse mansamente después de prometer la guerra. La pregunta que ronda la astucia de la Fiscalía, el Gobierno y la oposición es, ¿quién pagó la cuenta del almuerzo en Cañete, o todos hicieron perro muerto? Quizás se pagó con gastos reservados de algún ministerio. Hay que preguntarle a la dueña del local.

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Abogado, analista político y experto en temas de seguridad.