La débil e irrelevante posición a que el juego político nacional ha relegado al Ministerio de Defensa resulta deplorable, tanto para la seguridad del país como para el sector profesional que debe dirigir. Los sucesivos ejercicios de ajuste y acomodo de cupos políticos, de cada coalición gobernante de turno, terminaron por minar la posibilidad de tener un desarrollo institucional, capaz de entregarle al país una política de Defensa y una Militar, profesionales y de calidad.
Con el debido respeto, la conducción civil de la Defensa se transformó con ello, en el “cateo de la laucha” para políticos ambiciosos, y un ejercicio de intereses personales en la política. Ello generó frustración y distracción profesional de los mandos militares, debido a que los civiles a cargo, y los militares que fungieron como sus asesores, estuvieron más preocupados del humor de los pasillos del poder político que de un trabajo serio en materia técnica y doctrinaria.
Es necesario recalcarlo ahora, que el país pasa por su peor momento de seguridad en muchos años, y en el cual, en la búsqueda de los mecanismos a aplicar, la ausencia y silencio las autoridades, ministra y subsecretarios, resulta proverbial.
No de otra manera se pueden explicar los graves problemas de mandos militares corruptos, ni el
permanente bochorno de honor y verdad que para las instituciones militares ha significado tener
que cargar con culpas pasadas y ajenas, ni ahora con los inexplicables actos de discrecionalidad,
arbitrariedad y corrupción.
Pero hay que decirlo fuerte y claro. De todo esto, el primer responsable es el Poder Político Civil. En especial de los Presidentes de la República que, desde 1990 hasta ahora, cultivaron el modo avieso de manejar las designaciones en el Ministerio de Defensa, y han tenido la responsabilidad última de controlar las políticas del sector. También los parlamentarios de todo ese período hicieron su aporte pues, con escasas excepciones, fueron incapaces de denotar el significado de una conducción civil de la Defensa.
Es necesario recalcarlo ahora, que el país pasa por su peor momento de seguridad en muchos
años, y en el cual, en la búsqueda de los mecanismos a aplicar, la ausencia y silencio las autoridades, ministra y subsecretarios, resulta proverbial. Peor aún, cuando se debaten aspectos sustanciales de la política militar, en un país que tiene serias deficiencias en materia de seguridad interior, en inteligencia exterior y resguardo de sus fronteras.
El sitio web del Ministerio señala sobre la Subsecretaría de Defensa, que ella está “situada donde
se encuentra la política con la estrategia, fue concebida para satisfacer la necesidad de
fortalecimiento de la capacidad de conducción por parte del Gobierno, y para ello se la dotó con
la División de Planes y Políticas, cuya principal razón de ser es la de permitirle llevar a cabo esa tarea en todo lo relativo a la formulación de políticas públicas y planes para el conjunto del
sector, orientando eficazmente los procesos de desarrollo y de empleo de la Fuerza, y
asegurando que sean coherentes entre sí y con el resto de las políticas públicas que impulsa el
Estado”.
Al parecer, ninguna de las autoridades actuales se ha enterado o ha leído el párrafo.