La designación de Sebastián De Polo como embajador ante Brasil ha resultado desafortunada merced al carácter autoritario e ideológico de su presidente, Jair Bolsonaro. Éste, al no no recibir las cartas credenciales del nuevo embajador, efectúa una afrenta gratuita a nuestro país y desprecia una muestra de cercanía y afecto del Presidente chileno por Brasil, pues De Polo es un hombre muy cercano a Gabriel Boric y su Gobierno, y cuenta con intachables antecedentes y autoridad para ejercer el cargo.
Para nuestra Cancillería, lo adecuado sería retirar el nombre, mantener en stand by la designación de otro representante, y redestinar a De Polo al más alto cargo internacional que hoy disponga el el país, idealmente un órgano de carácter multilateral donde, de manera inevitable, el gobierno brasileño debiera concordar acciones con Chile. En diplomacia, este tipo de acciones permite enviar señales discretas de inconformidad, en algo que al fin y al cabo es una representación de Estado.
Por lo mismo, llama la atención la designación de José Miguel Capdevilla Villarroel como embajador en París, lo que se pretende hacer pasar como un nombramiento de carrera. De más está señalar la importancia práctica y simbólica de Francia en la política de nuestro país, que merecería un alto trato.
Capdevilla Villarroel, que antes estuvo designado en Filipinas tiene, por decir lo menos, un historial complejo como diplomático que posiblemente no lo inhabilita para ejercer cargos menores, pero no para representar lo que sugiere el Gobierno de Gabriel Boric. Ingresó a la Academia Diplomática en 1985, con el apoyo directo de ambos Odlanier Mena, hijo y padre de idéntico nombre, siendo el de mayor peso Odlanier Mena padre, general ex director de la CNI. Este lo salvó, además, gestionando el cierre de un sumario a raíz de un bullado escándalo que protagonizó mientras se desempeñaba en una misión en Ginebra, donde fue detenido por agredir gravemente a un guardia de la ONU. El resultado no fue una sanción, sino un traslado a otro paraíso diplomático.
En su vida política, a la que por cierto tiene pleno derecho pero es muy conocida, Capdevilla fue un activo miembro del movimiento Patria y Libertad, para luego militar en Avanzada Nacional, formada y dirigida entre otros por Álvaro Corvalán, condenado a algunos cientos de años por parte de la Justicia chilena por violaciones a los derechos humanos. Desde esta militancia política fue un activo propulsor del “Sí” en el Plebiscito de 1988, y por cierto, gran defensor de Augusto Pinochet.
La ministra Antonia Urrejola, que viene del ámbito internacional de los Derechos Humanos ¿cree que Capdevilla Villarroel tiene méritos para representar a Chile en Francia, o ante cualquier otro país?