¿Where is the beer? La crítica semana de Boric en política exterior

Columna

Por Santiago Escobar S.

Los diferentes gaffe del Presidente Boric en su primera gira al exterior reclaman una mayor atención y profesionalismo, tanto de sus asesores comunicacionales, como de la Canciller Antonia Urrejola. No se trata ni de etiquetas ni de protocolos, sino de la imagen y dignidad del país en materia internacional, tema que depende directamente del Jefe de Estado, y es parte del Interés Nacional de Chile.

Es evidente que el joven gobierno aún no asimila el significado político de la autoridad y representación que inviste, y que impregna todo lo que actúa internacionalmente un mandatario. Sus dichos apresurados, omitiendo la presencia del representante norteamericano John Kerry en una asamble, llevaron al país a soportar la insolencia mayor de este, quien calificó indirectamente de ebrio al Presidente, al preguntar inmediatamente después ¿dónde está la cerveza?

El problema es que se trata de un político fogueado, que en representación de EE.UU el año 2015 firmó el Acuerdo de Paris sobre Cambio Climático, ex Secretario de Estado de Barak Obama y hoy Enviado Especial para el Cambio climático en la administración Biden. Cargo informal pero de alto interés en la diplomacia de la Casa Blanca en toda época. La insolencia de Kerry con el país no fue leve, pero, lamentablemente, quedó sin respuesta.

En el capitalismo global, lo que menos vale es la soberanía y autonomía de los Estados, sobre todo los pequeños. Por eso hay que consolidarla a ultranza, pues es la única plataforma sobre la cual pueden alzar su voz para defender sus intereses nacionales. Entonces, la prudencia es esencial, pues la política de alianzas son intereses y no un derivado ideológico de un programa de gobierno.

Una gira que debía posicionar una imagen seria, serena y realista del joven gobierno frenteamplista, con canciller socialista y embajador socialista en USA, quedó a medio camino de la improvisación. Parece notorio el discurso de Boric, aunque resultó deslavado, por defender la vigencia democrática en el continente, y el respeto por los derechos humanos.

La prudencia indica que el tono importa. Chile no está en condiciones de sacar al pizarrón a ningún país en materias políticas, sin sopesar su propia realidad. Y la mención a la ausencia de Nicaragua, Venezuela y Cuba en la reunión, para tenerlos al frente y encararlos por los derechos humanos y las libertades civiles, pecó de ingenua. Eso se hace en casa y con los diplomáticos propios acreditados, cuando existen. El país ya vivió el bochorno del Presidente Piñera en Cúcuta, frontera colombo-venezolana, encabezando una caravana humanitaria con alimentos y medicinas, poco antes del estallido social.

Los acuerdos gasíferos con Argentina son positivos, pero la historia reciente indica que se abastece primero por casa y después por plaza, y en esta materia, pese a los tratados vigentes, la relación no ha sido sin controversias, y ya es parte de la rutina con nuestro vecino transandino.

En cambio, preocupa el gesto de Brasil de no otorgar el agreement al embajador designado Sebastián de Polo, demorado ya más de dos meses. Parece tiempo suficiente para retirar el nombre, y dejar la relación con funcionarios de nivel inferior. Brasil es una relación diplomática de alto interés nacional para Chile, y lo de Bolsonaro, posiblemente ideológico, es una ofensa personal a Boric y una afrenta a las relaciones diplomáticas con nuestro país. Pero el nombre se quemó, incluso si en octubre llega Lula a ganar la Presidencia de Brasil.

En esta especie de guerra mundial de posiciones y de economía en que se ha transformado el conflicto de Ucrania -con el affaire España vs Argelia por Marruecos y el Sahara Occidental amenazando a toda la Unión Europea- se impone tener una cierta finura de posiciones y lenguaje, con reservas sobre zonas de paz o no alineamiento activo. Una cosa es la teoría y otra la práctica de gobierno, para manejar hoy una economía tan abierta al mundo como la chilena.

En el capitalismo global, lo que menos vale es la soberanía y autonomía de los Estados, sobre todo los pequeños. Por eso hay que consolidarla a ultranza, pues es la única plataforma sobre la cual pueden alzar su voz para defender sus intereses nacionales. Entonces, la prudencia es esencial, pues la política de alianzas son intereses y no un derivado ideológico de un programa de gobierno.

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Abogado, analista político y experto en temas de seguridad.