Por Sister Takle
Las organizaciones internacionales del deporte son, en su mayoría, entidades mafiosas. Sus escándalos, las reglas que imponen o muchos de sus directivos son gentes oscuras, que cada cierto tiempo se ven envueltas en problemas de dinero ilegal. El problema de fondo es que las entidades nacionales que las compone, son también de base corrupta o actúan al margen de cualquier regulación o fiscalización.
Los deportistas de elite, como ganado, se compran y venden entre marcas comerciales. También los entrenadores y equipos técnicos, que cuando se hacen cargo de un club, arrastran una mochila de nombres enrolados por sus representantes. Hoy la mayoría de los entrenadores operan con un representante que es quien trata con los clubes.
Las competencias no brillan por su transparencia. Viven en la duda de arreglos extradeportivos, jueces de campo dudosos, presiones de casas de apuesta y, en general, una maraña de intereses corporativos que, incluso, se permiten desafiar el control policial de países como EE.UU y su FBI. La confederación Sudamericana de Fútbol, Chile de por medio hace pocos años fue epicentro de ello. Todo da hasta para series europeas de TV, como La Chica de Oslo o Perros de Berlín.
Digo todo esto porque a la cola está el talento de los deportistas, por cierto algunos excepcionales. Ellos son parte del poder en una industria que es de masas, donde la gente paga enormes sumas de dinero por los espectáculos, o por exhibir su adhesión a tal o cual símbolo deportivo.
Pese a la mala alimentación, excepción hecha de los argentinos que comen carne desde niños, Sudamérica es una buena cantera en materia de futbolistas. También lo son algunos países africanos encabezados por Brasil, porque este está a tiro de cañón de Cabo Verde y tiene el bio tipo perfecto de allá. Pero la región no tiene competencias internas intensas, comparables con las europeas. Aquí hasta los colistas clasifican a alguna copa internacional. A veces merced a árbitros de dudoso desempeño. Todo es trote y nadie sabe quién paga.
Los estadios y el financiamiento lo pone en su mayoría el Estado. Menos en deportes pirulos como golf o tenis. O sea, los pagamos entre todos los ciudadanos. El resto sabrá moya. A Bielsa, lo echaron por honrado, y después, solo bolsas de pedos de entrenadores, si me disculpan la expresión, todos elegidos por la ANFP.
¿Entonces, que mierda quieren ir a hacer Chile a Qatar, clasificando porque a un jugador ecuatoriano le descubrieron un gen colombiano? Yo quiero ver la cantidad de negros venezolanos, haitianos, colombianos, peruanos que vamos a tener dentro de poco en la selección chilena (si estamos vivos para verlo, si Dios y San Benito lo quieren). Mientras tanto, pura mariguancia legal de dirigentes ineptos.
Vergüenza debiera darles. Para ganarse un puesto hay que correr y jugar, no carretear. Y las últimas selecciones las hicieron los jugadores de la adorada generación dorada, que de tanto carretear se quedaron fuera de los dos últimos mundiales. Yo me quedo con Cristiane Endler, a la que no le han dado ni bola y juega mejor que el Tuto De Paul. El resto, a catar chelas en el persa Bio Bío.