Objetividad versus manipulación

Por Miguel Ángel San Martín, periodista, desdeMadrid

 

En periodismo, cuando hablamos de acercarnos a la objetividad, escribimos una noticia respondiendo a las cinco preguntas clásicas: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? y ¿Dónde? Con esos cinco elementos, tendremos la noticia pura y dura. Pero, si les agregamos otras dos, ¿Por qué? Y ¿Para qué?, ya estamos entrando en el terreno de lo subjetivo, del agregado opinable y personal.

Los columnistas y comentaristas, en general, no mantienen la estructura habitual de situar la noticia objetiva para luego agregar su opinión personal. Escriben o hablan a su antojo, priorizando los datos que quieran y de acuerdo con su propia interpretación. Incluso, muchas veces excluyen algunos datos a propósito, basándose en sus propios intereses. Y en muchos casos, aprovechan la instancia para manipular a la opinión pública.

Lo anterior tiene un clarísimo ejemplo en estos días. Con motivo del segundo aniversario de la llegada de Gabriel Boric a la Presidencia de la República, muchos columnistas de la prensa escrita han apuntado sus plumas para evaluar la gestión. Algunos a favor otros en contra. Pero, muy pocos han sido capaces de “objetivizar” su comentario, describiendo lo bueno y lo malo, los errores y los aciertos.

Unos dicen que la gestión de Boric no se condice con lo que prometió en su campaña, pero no señalan que para conseguir lo prometido, debe contar con una actividad positiva del Parlamento, de la oposición. Porque esto es una Democracia, en la cual tanto Gobierno como Oposición deben actuar sin perder de vista el bienestar de toda la población. Es decir, si el Gobierno propone un tema que tenga por objetivo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, la oposición debe analizarlo y proponer sus alternativas, discutirlas y tratar de llegar a acuerdos. Pero si se está permanentemente poniendo palitos en la rueda para no avanzar, el único perjudicado es el pueblo.

No se le puede acusar de ineficacia al Gobierno cuando se han promulgado, en estos dos años, 210 leyes. Entre ellas, la referida a los delitos económicos, a las 32 relacionadas con temas de seguridad y contra la delincuencia. Todos estamos viendo, por ejemplo, la efectividad del Plan de Calle sin Violencia. Acabo de recibir la información de Carabineros de Chillan en el sentido de que, a un año de implementación, han recuperado 108 vehículos robados y detenido a un centenar de personas por delitos diversos.

A propósito de este dato de la capital de Ñuble, se escuchan críticas porque se prometió la refundación de Carabineros, pero si se han realizado cambios profundos que permiten los resultados, cuyo ejemplo lo demuestra el dato chillanejo.

He escuchado con insistencia el tema de la inflación. Incluso, se atreven a decir que no se ha podido parar por incapacidad o desconocimiento. Pero resulta que las autoridades económicas del Gobierno han conseguido disminuir la inflación del 14,1 por ciento al 4,8 por ciento. O sea, divulgan un hecho superado, lo cual lo convierte en una mentira.

En fin, hay un cúmulo enorme de críticas sin fundamento, ocultándole a la gente datos certeros. Obviamente, no puedo dejar de reconocer que hay muchos temas prometidos, demasiados quizás, pero existe la explicación de la despiadada oposición que se vive en el país, mediante la postergación de temas legislativos en el Parlamento, la negación en otros o la puesta en tabla asuntos aberrantes y sin mayor sentido que el interés menor, de grupos o individuales.

El desgaste político no se produce por el fragor de la discusión profunda, sino por el uso y abuso de la negación permanente o de la mentira como acción política. La manipulación a través de los medios de comunicación tradicionales o por las incontroladas redes sociales, está distorsionando nuestra realidad. Nos están presentando un país ficticio, dominado por la farándula y la corrupción.

Ante este panorama tan elocuente y negativo, debemos reaccionar decididamente. Debemos levantar liderazgos fuertes, unitarios y preparados, surgidos del propio pueblo y conocedores por tanto de sus necesidades. Y a la vez, debemos avanzar con programas de progreso que sean posibles de realizar y que nos comprometan a la gran mayoría de los chilenos.

Debemos combatir la mentira y la manipulación, y asumir con solidaridad generosa la planificación de las tareas que nos lleven a la recuperación económica y moral que nuestro país necesita.