Nos abruma la tragedia en Chile

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

Estamos abrumados, tristes y cabreados con la tragedia que se vive en la quinta región de Chile.  Abrumados, porque el cúmulo de informaciones que nos llegan a través de los medios informativos de todo el mundo, nos muestran una realidad que nos duele. Tristes, por la magnitud de la desgracia, con tantos fallecidos, con tantos heridos, con tantos damnificados. Y cabreados, porque no se logra parar la mano criminal de los pirómanos, de quienes los mandan a quemar, de los desaprensivos que van al campo y no toman medidas de seguridad…y porque en el país no se toman con decisión las máximas medidas de prevención adecuadas ante la magnitud de lo que está ocurriendo.

Es una tragedia enorme. Oficialmente, cuando escribo esto nos contabilizan alrededor del centenar y medio de muertos. Pero no dicen que hay casi 400 desaparecidos. Nos informan de 3.500 casas destruidas, pero no señalan que hay unos 40 mil damnificados… Comprendo que las cifras deben mantenerse apegadas a lo que se puede demostrar con hechos reales, pero queda al margen otra realidad que puede ser más dura y se presta para las manipulaciones. Yo sólo insinúo detalles de lo que me envían por diversas vías comunicacionales, para captar algunos antecedentes de la magnitud real.

Para ver el panorama total del país, es necesario decir que. en el momento de escribir esta columna, hay más de 200 incendios forestales activos en Chile. Son demasiados y de diferentes dimensiones. El campo, los bosques y ahora también las ciudades, están sufriendo mucho.

Lo he señalado en diversos artículos anteriores: lo que ocurre en este hemisferio norte, se replica después en el otro. Aquí en España, tuvimos un verano tórrido, con muy altas temperaturas y con numerosos incendios forestales que causaron graves daños en viviendas. Afortunadamente, los medios para combatirlos aquí son muchos y muy modernos. Van marchando de acuerdo con lo que se va conociendo de lo que es el Cambio Climático que afecta al planeta.

Hoy, en Chile están sufriendo un verano con temperaturas muy superiores a las que se habían registrado hasta ahora. Los campos están secos, los bosques arden con facilidad. La mano del pirómano lo sabe y actúa con criminalidad. También existen los irresponsables y desaprensivos que salen de paseo campestre y no adoptan medidas de seguridad. O bien, campesinos que creen que pueden dominar las quemas y se les escapan de las manos. Pero también hay una figura que debe ser denunciada y castigada con rigor. Es el capital inmobiliario que busca terrenos para recalificar y poder especular con las viviendas y que no tiene reparos en agrandar los resquicios que encuentra en la legislación, pagando a los delincuentes que queman terrenos cercanos a las poblaciones y así poder continuar con su danza de cemento y ladrillo.

La tragedia de Chile nos obliga a repensar todo lo que significa prevención. Y para ayudar desde Madrid a esa idea, les comento que en España se ha avanzado mucho en ese sentido. Por ejemplo, las brigadas forestales de combate a los incendios ya tienen contratos para el año completo. En las épocas veraniegas, vigilan y controlan fuegos que surgen en la vegetación. Y en invierno, se dedican a abrir los cortafuegos, a limpiar los bordes carreteros, a fiscalizar la limpieza de bosques, a alejar los peligros que hay en los campos con los cables eléctricos, especialmente con los de alta tensión, a informar y formar a la gente sobre estas acciones. Desde las Administraciones local, regional y central se acrecientan los presupuestos para adquirir modernos elementos para combatir estos incendios. Se establecen programas y calendarios de alquiler de dotaciones aéreas privadas locales y del extranjero, dotando de helipuertos en lugares estratégicos de la geografía hispana, y así poder reaccionar oportunamente en cada ocasión que se les requiera.

Chile necesita ampliar con urgencia sus recursos destinados a la prevención. Somos un país con una realidad plagada de fenómenos naturales adversos y debemos estar siempre alertas, preparados y decididos a enfrentarlos.  De solidaridad sabemos mucho. La hemos recibido en grandes cantidades cada vez que sufrimos los embates de estos fenómenos. Y la entregamos también con decisión cuando nos reclaman desde otros sitios. Pero necesitamos ahondar, a todos los niveles, en la formación de la gente. Desde las escuelas, porque es una tarea de todos y todos debemos estar preparados para cumplirla a cabalidad. ¡Honraremos con ello a nuestros mártires!