¿Texto Ideal?

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid 

 

Mi amigo Sergio Baeza escribió en las redes sociales una respuesta a lo que dijo el 5 de este mes, un periódico tradicional chileno. Mi amigo es un profesional tranquilo, con convicciones de progreso y justicia social, y muy interesado en lo que ocurre en nuestro Chile y en el mundo en que vivimos.

Cuando La Tercera editorializó afirmando sin tapujos que el proyecto de nueva Constitución para Chile “No es un texto ideal, pero es mejor contar con una nueva constitución”, mi amigo reaccionó con palabras certeras y que comparto: “Nunca un texto Constitucional podría ser ideal. Pero sí podría ser un texto que acogiera a todos y permitiera el juego democrático de mayorías y minorías para poder alcanzar consensos que le permita a toda la sociedad avanzar en progreso y justicia”.

Sinceramente, creo que el texto que debe tener una Constitución de verdad, ha de ser breve, unificador, que se convierta en el marco jurídico que se requiere para tener una convivencia en paz, en armonía y en progreso. Además, que nos represente mayoritariamente y en el cual predominen la justicia, la tolerancia, las equidades.

Digo que debe ser breve, porque es un marco, un “rayado de cancha”, para que la inteligencia, las iniciativas y la creatividad de los líderes democráticos la puedan ir desarrollando con leyes que detallen las vías posibles para el avance social. O sea, es debe ser el techo para que podamos crecer con igualdad de oportunidades, reconociendo a todos nuestros hermanos de ruta, sin exclusiones, sin venganzas ni rencores.

Y puntualizo que debe ser unificador, porque debe abrir las compuertas a la participación de todos, porque de allí nacen las ideas que priorizan las necesidades de las grandes mayorías. Necesidades relacionadas con la vida cotidiana, con la forma y el fondo de convivir en una sociedad fuerte, generosa y solidaria.

Necesitamos para Chile una Carta Magna fundamentalmente incitadora a la participación de todos, con unión de esperanzas, de voluntades y de sentido común para que nadie se sienta excluido, para que nadie sea atropellado o vulnerado en sus derechos.  Ese sentido amplio y generoso se consigue con un texto breve, que abra ventanas que purifiquen el aire que hoy respiramos los chilenos, que está contaminado por mentiras, malos modos, intenciones de venganza y, por sobre todo, contaminado por el aprovechamiento grosero e impune de los corruptos.

El nuevo texto que nos proponen para votar el 17 de diciembre no reúne esas condiciones unitarias. Es un texto que nos hace retroceder a los peores años de la dictadura, por la lógica que le imprime la mayoría circunstancial que encorsetó a la Comisión Constituyente. Mayoría que, en realidad,  es minoritaria a nivel de ciudadanía y que va a quedar al desnudo tras el Plebiscito del 17 de diciembre.

Y no será un acto de revanchismo este nuevo rechazo a un proceso constitucional, sino un reconocimiento a que debemos ser inteligentes y volver al punto de partida de crear una nueva Constitución. Levantarnos de dos tropiezos y aprender la lección de que necesitamos ir limpiando nuestras heridas y dialogar en la perspectiva de un futuro mejor.  Guardar rencores y venganzas nos enferma más, ahonda nuestras diferencias y entierra más profundamente nuestro futuro.

Entonces, ¿a quién le interesa y le conviene esta polarización social? Estoy convencido de que al pueblo llano, no. Porque somos gente sufrida, con capacidad para levantarnos después de la tragedia, que podemos secar nuestras lágrimas y sacudirnos el dolor para reanudar nuestra marcha con mirada amplia de esperanza. De ahí entonces que estamos decididos a rechazar este intento de perpetuar la división de los chilenos, con la convicción de que lograremos el acuerdo preciso para redactar un nuevo texto que se acerque al “ideal”, y que está en nuestro ideario sincero de unión social para avanzar con justicia, libertad, progreso y paz para todos.