El valor de la ética

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

 

El mayor valor que tiene que proteger un Periodista es la credibilidad. Para conseguirla, el profesional debe ceñirse lo máximo posible a la Objetividad. En el periodismo informativo, recurrir solamente a lo que ve, a lo que escucha de fuentes certeras, citándolas, obviamente. Y en el periodismo interpretativo, señalar con claridad que se trata de lo que cada cual considera verdadero, según su leal saber y entender.

Recuerdo que en la Universidad de Concepción, primero, y en la Universidad de Chile, después, nos remarcaron muchísimo estos aspectos, porque la profesión del periodista resulta fundamental para el desarrollo y potenciación de los avances de una sociedad. Se nos considera el “Cuarto Poder”, por la influencia que ejercemos en el conglomerado social. Pero, si queremos vivir en una sociedad sana, tenemos el deber moral y ético de entregar una información lo más objetiva posible, veraz y con argumentos comprobables.

Señalo brevemente estos principios elementales de un periodismo real, porque desde hace un tiempo no lejano, se está desarrollando una actividad de falso periodismo, de manipulación masiva, que no sólo deteriora la imagen de los profesionales, sino que tergiversa gravemente la realidad que se vive. Todo lo cual, deforma el concepto de sociedad, conduciéndola equivocadamente hacia destinos interesados que beneficia a unos pocos y que son los responsables de tal manipulación.

El uso descarado de las “fake news”, surgido principalmente en Estados Unidos, se está expandiendo peligrosamente por el mundo, provocando una decadencia moral peligrosa que destruye un entramado social sano, libre y esperanzado en avances vitales superiores.  Es el uso permanente de las falsas informaciones, inventadas por mentes al servicio inescrupuloso de intereses bastardos, que de tanto repetirlas se van transformando en realidades ficticias que favorecen a grupos de poder, fundamentalmente económico.

Se podría hablar muchísimo de ejemplos que ocurren en la cotidianidad de países de gran importancia. En el breve espacio del que cuento para estos artículos semanales, sólo señalaré algunos casos muy actuales. España, por ejemplo, está iniciando un proceso interesante de actividad política destinada a reformar, a modernizar el sistema de la administración del Estado. Para ello ha de conformar mayorías políticas que hagan posibles las fórmulas legales para establecer las nuevas normas de convivencia. Desde la oposición, se magnifican argumentos falaces que intentan frenar, a cualquier costo, el avance social, pero lo único que consiguen es dividir a la sociedad hispana. Los medios de comunicación, mayoritariamente al servicio de esta oposición ultra conservadora, no se cansan de repetir falsedades que van transformando y tergiversando la realidad que se vive, provocando un sentimiento de inestabilidad ficticio.

Pero van más allá aún estos inventores de realidades interesadas. Argentina es un buen ejemplo, con la elección de un Presidente que es producto de estos “laboratorios comunicacionales”.  Mediante discursos “rompedores”, con expresiones alarmantes, terroríficas, este nuevo “líder” ha ido deformando la verdad, la ha ido describiendo como caótica, levantando nuevas realidades basadas en sus intereses particulares.

En Chile ocurre algo similar. También hay un descarado movimiento tergiversador, manipulador, que muestra una realidad desmesurada y caótica. Deforma la imagen de los líderes que están enfrente, desconoce sus capacidades como gestores y les imputa acciones y actitudes que nunca han existido.

Chile presenta dos imágenes diferentes, la del interior y la del exterior. Internamente, la realidad es brutal, dura, complicada y manejada por ineptos. En el exterior, se ve a nuestro país con respeto, se aprecian las medidas adoptadas con lógica y adecuadas, según expertos independientes. Y se reconoce capacidad en sus autoridades, lo cual es demostrativo en los diálogos de igual a igual de dirigentes máximos del mundo, con nuestras autoridades.

No podemos caer en el engaño permanente. No podemos vivir una realidad inexistente, ficticia y manipulada. No podemos avanzar en una dirección equivocada, que nos conduzca a seguir sufriendo injusticias, abusos, corrupciones, inequidades ofensivas.

Lo que si podemos hacer es sacudirnos de toda esa basura comunicacional que nos adormece en la mediocridad y la farándula. Y debemos aferrarnos a una Democracia fuerte, real y concreta, donde se nos permita ejercer nuestros derechos ciudadanos con libertad, basados en una información objetiva y real. Sin engaños ni privilegios.