Sergio Velasco de la Cerda
Históricamente los ferrocarriles fueron un medio clave para el transporte, cumpliendo un rol social de primerísima importancia, en el traslado de pasajeros. Además, fue el pilar del desarrollo económico en las regiones trasladando carga de los centros productivos del país, a los polos de consumo nacional.
Chile tuvo una tradición ferroviaria que comunicaba y unía a todo el largo territorio. El país se movía y trasladaba tras una larga parrilla ferroviaria, con innumerables ramales, del cual todos nos sentíamos parte de esta gran empresa estatal.
En la actualidad los ferrocarriles juegan un rol menos transcendente, con una presencia residual en el proceso del transporte interregional, quedando relegado a un recuerdo del pasado, donde el tren abrió surco de norte a sur, llevando progreso a los lugares más remotos de nuestra loca geografía.
Durante la dictadura de Pinochet, la orden fue destruir el sistema ferroviario del país. Compromiso contraído con el transporte terrestre. Los camioneros exigieron retribución por el apoyo sumiso entregado, antes y durante el Golpe militar, que los usó y utilizó, a mas no poder, como carne de cañón.
Cumpliendo las directrices del régimen, el patrimonio de los FFCC, fue vendido a vil precio, como casi todas las empresas del Estado, salvándose de este paroxismo, Codelco, la viga maestra del sueldo de Chile, esquilmado por sus regentes, para la comprar armas, cancelando a los proveedores con el 10 % de sus ventas brutas.
Así se consumó la peor felonía, que llevó a cabo el régimen-cívico-militar-empresarial, que hizo desaparecer una red ferroviaria. Nos quedamos sin trenes, los que, durante más de un siglo, trabajaron por y para el progreso de la nación.
Confío en la reciente nombrada ministra de Obras Públicas, que rectificará la arbitraria determinación de dejar al principal puerto del país, San Antonio, sin tren. Otro absurdo tan incomprensible como impedir que el tren, no llegue a la capital regional Valparaíso, patrimonio de la humanidad, el segundo e histórico puerto, convirtiéndolo en un fantasma sin destino.
El anuncio hecho por el presidente Gabriel Boric ha unos meses es inentendible, salvo que se mantenga un compromiso anacrónico con el sector del rodado. Peor aún si las amenazas del gremio son tan brutales, que intimidan al Ejecutivo con volver a tomarse las carreteras.
En cuanto a la ciudad-puerto de San Antonio, una vez más olvidado, recibe sobre tres mil camiones diarios, cuenta con la más importante actividad de comercio internacional, siendo el traslado de mercancía desde y hacia el puerto, parte fundamental del proceso del comercio exterior chileno.
Fácilmente pueden convivir diferentes tipos de transporte, tanto de carga como de pasajeros. Hoy las carreteras están colapsadas, y debemos procurar una mayor seguridad en el tráfico, no solo de accidentes, que los hay, si no que de asaltos y robos permanentes de la carga.
No se puede ilusionar a un país exportador, con un puerto a gran escala, sin la implementación de una verdadera y moderna red ferroviaria, que sirva para cumplir un compromiso adquirido en campaña. Trenes para Chile.