El escenario nacional sigue marcado por hechos políticos enrevesados y ambiguas decisiones de gobierno, que indican que las jóvenes autoridades que dirigen la República no logran dar con el tono que demanda la imagen de un Estado Democrático consolidado. Pese a las buenas intenciones que se supone impulsan la conducción del gobierno de Gabriel Boric, y de su lectura autocrítica de lo ocurrido en lo que llevan gobernando, la marca no mejora. Los yerros amenazan con lesionar la imagen corporativa del país ante la comunidad internacional, y presionan porque no se les tome en serio.
La última gaffe es la suspensión de la audiencia de cartas credenciales al nuevo embajador de Israel. Las explicaciones -y declaraciones oficiales de la canciller, Antonia Urrejola- tienen un tono liviano e intrascendente. Tanto por la suspensión misma de la audiencia a solo horas de que tuviera lugar, como por el motivo aducido. Una acción militar de Israel en la franja de Gaza con menores palestinos como víctimas.
De manera impensada, Chile puso un tono dramático a sus relaciones diplomáticas con Israel, al aparecer como partisano pro-palestino, transformando una actividad ritual de la diplomacia como es la presentación de cartas credenciales, en una protesta implícita por los hechos de Gaza, con Israel como culpable.
Bien lo saben los diplomáticos chilenos destacados en el área, que se trata de una zona de guerra irregular 24/7 entre el Estado de Israel y fuerzas milicianas, con enfrentamientos violentos previsibles pero imprevistos en su ocurrencia práctica, en un conflicto que tiene décadas y que nuestro país estima debe solucionarse de manera negociada y de acuerdo a los criterios fijados por la ONU. El acto presidencial fue humillante para Israel y se transformó en una nota periodística mundial, pues deja al desnudo una simpatía gubernamental de Chile por la causa palestina, que si existiere, no corresponde ser exhibida de esa manera tan informal. Peor aún, objetivamente nadie gana. Peor aún, la paz y el diálogo, del que es partidario Chile, pierde una vocería importante con el acto presidencial.
Es verdad que son jóvenes y requieren tiempo para aprender. Pero el tono soberbio y atolondrado que persiste en ellos no los hace mejores alumnos. Pese a que visten ya pantalón largo de maestros.
Los Estados tienen relaciones igualitarias con otros Estados, ante los cuales expresan intereses nacionales. Ante la comunidad internacional y sus organismos, los Estados se adhieren a principios y prácticas, que denotan sus valores de orientación ética. Las relaciones diplomáticas expresan lo uno y lo otro, pero de acuerdo a protocolos y marcos normativos previamente aceptados.
Si la actividad de Israel en Gaza repugna a los principios de Chile, el país no debiera infringir los protocolos de presentación credencial que son casi de buena crianza, sino usar, adecuadamente, los canales diplomáticos para hacer llegar su posición de manera digna y con altura. Si respeta a Israel, o cualquier otro país con el que mantiene y desea conservar relaciones diplomáticas, no debe usar la molestia y mostrarse malhumorado o descortés rompiendo un protocolo, porque eso implica humillar al país en cuestión, además de un talante volátil y un uso discrecional y abusivo de las reglas.
Lo anterior seguramente estará en la mente de muchos de los eventuales inversionistas que el Presidente y su Ministro de Finanzas, Mario Marcel, intentarán cautivar esta semana para que inviertan en Chile.
Lo hecho ayuda a entender por qué Chile no ha reaccionado de manera enérgica frente a la actitud de Jair Bolsonaro, el presidente brasileño, de negarse a recibir las cartas credenciales del embajador designado por Boric, Sebastián de Polo. Ello se debería a que La Moneda y la Cancillería creen que es una prerrogativa presidencial personal el manejo de las relaciones diplomáticas y no un asunto de Estado a Estado que maneja el Presidente.
Además, Bolsonaro se ha referido ya en dos oportunidades al Presidente chileno acusándolo de participar en delitos de violencia en el Metro durante el estallido social de noviembre de 2019, para denostar a Lula Da Silva en la campaña electoral en Brasil. La respuesta de la Cancillería fue menos que tibia, con un llamado a la amistad, aun cuando se trata de un desaire directo al Estado de Chile.
En estos y otros hechos, existe una línea de continuidad con el incidente que a principios de su Gobierno marcó a Gabriel Boric en la Cumbre de las Américas, durante la firma del acuerdo de protección de los Océanos. Allí, luego de enfatizar la ausencia de Estados Unidos, John Kerry, el representante norteamericano que estaba a menos de cinco metros de él, preguntó de manera insolente a la sala “¿Dónde está la cerveza?” para dejar en evidencia la chambonada de Boric. Aunque todos se rieron del chiste, simplemente le dijo en su cara al Presidente que estaba borracho, en vez de aceptar su apresurada disculpa.
Es verdad que son jóvenes y requieren tiempo para aprender. Pero el tono soberbio y atolondrado que persiste en ellos no los hace mejores alumnos. Pese a que visten ya pantalón largo de maestros.