Ni la madre que lo pario

columna

No soy vendedor, pero a estas alturas del partido que le disputo a la vida, no me resulta extraño comprobar lo difícil que es vender un intangible, una idea.

Si aquello ya es complejo, más complejo se torna todavía vender un conjunto de normas, cuando el que las pidió sólo manifestó que no le gustaba las que existían (con escándalo eso sí) y se limitó a escoger a los encargados de interpretar sus anhelos, teniendo clara idea que escogían a un grupo que en su mayoría (bastante significativa por lo demás) representaba posiciones claramente alejadas del conservadurismo, por lo que que el cambio que propondrían significaría que a Chile “no lo iba a reconocer ni la madre que lo parió”, como dijo Alfonso Guerra refiriéndose a España cuando asumió el PSOE  después de la transición.

Pero como aquello era lo que se veía, durante todo el tiempo en que se estuvo construyendo la norma constitucional, los grupos de interés derrotados, pero no vencidos, y con recursos más que suficiente para hacerlo, insistente y permanentemente vociferaron sobre la extravagancia de los personajes que se estaban ocupando de su redacción, lo temeraria de sus propuestas, en fin, lo mal que estaban quedando, y el descalabro que se nos venía.

Del lado del rechazo, más allá de rebajar los quorum para reformar y con ello resucitar la constitución declarada muerta, no he visto compromisos concretos que indiquen cuál es su propuesta, que no sean los mismos que a la nueva constitución proponen hacer los partidarios del apruebo.

Para rematar, cuando los distintos módulos de la obra estuvieron listos y mientras se montaban en su posición definitiva y si bien, mirando con atención, alejado de la estridencia, la criatura parida propone un Chile bastante distinto a aquel en que hemos vivido, diría que hasta muy cercano a la visión que para España tenía el mentado Alfonso Guerra, la fuerza del berrinche ha tenido el efecto, al parecer, de acojonar al mandante y hacerle temer sobre si los redactores no se habrían tomado demasiadas libertades y con ello no se estaría arriesgando la estabilidad sísmica del país con tanto derecho nuevo, tanta integración, tanta paridad, tanta ecología y tanta reforma a las instituciones que tradicionalmente han conformado el Estado.

Da la impresión que el propósito que los mass media buscaron fue logrado, (los noto en varios amigos que ahora arriscan la nariz cuando pregunto su parecer), sin embargo, pensé que de alguna forma la franja electoral, con los creativos que la construyen, iban a causar algún impacto y de alguna forma podía revertir, con su mensaje, esa tendencia al acojonamiento. Pero no, lo cierto es que ha sido tan decepcionante, que a menos que haya un giro radical en el mensaje, no creo que llegue a lograr este propósito, puesto que, si un producto carece de forma o su utilidad no es concreta y recurre solo al dolo bueno de que será la solución a nuestros problemas cotidianos, cuesta encontrarle el lado para comprarla, y así solo  logra llegar a los acólitos que con la fe del carbonero siguen adelante, o a los que, algo más enterados, atienden a los principios que la inspiran y la intencionalidad que, bien mirada, la informa.

Más se agrava la cuestión cuando los que la apoyan e influyen, se compran la idea de que para que guste, habría que retocarle la nariz, los ojos y la boca, más que hacer énfasis en el nuevo estado de las cosas que se propone. En este punto, creo que habría que ser como Picasso cuando, según cuentan, un observador le reprochó que la mujer de su dibujo no se parecía a una mujer; “No se preocupe, ya se parecerá” le retrucó el artista. Aunque claro, puede que una elucubración así, no aplique al caso que nos ocupa, pero por ahí va.

Como sea, y armado de una ardiente paciencia como escribiera Rimbaud, miro la franja del rechazo y la encuentro todavía peor – creo que hasta le hace un favor al apruebo – aunque no alcanza para enervar la persistente propaganda con la que por más de un año se ha vertido en contra de la propuesta que tenemos que votar.

Ahora, en un cambio de estrategia, la campaña pro rechazo está recurriendo a la sutileza, al resaltar que las fuerzas del mal, en el afán de revertir el resultado que indican las encuestas, están aunando voluntades para hacer cambios no más entre en vigencia la nueva constitución en el improbable evento que ello ocurra. No sea que en vez promover con ello el rechazo, terminen haciéndole un favor al apruebo. Nunca se sabe.

Porque, digámoslo, del lado del rechazo, más allá de rebajar los quorum para reformar y con ello resucitar la constitución declarada muerta, no he visto compromisos concretos que indiquen cuál es su propuesta, que no sean los mismos que a la nueva constitución proponen hacer los partidarios del apruebo.

Si así fuere para qué rechazar, a menos que la idea sea estirarle el somier a la presunta finada, para que se vea mejor que es lo que creo. Jorge Burgos el ex ministro de Bachelet, lo dijo hace algunos años, creo que en La Segunda, “yo leo la constitución y la verdad, es muy poco lo que le cambiaría”.

Bueno, creo que no hay que ser muy dotado para saber lo que se viene en caso de.