No marquemos el voto libre de los ciudadanos

Solo han pasado tres días y ya la elite política sabe cómo votará, si Apruebo o Rechazo. E induce, pese a lo complejo del texto, una mercadotecnia electoral que amenaza las creencias, la fe, la ideología o la certidumbre de las personas. A base de pintura roja, amarilla, blanca o negra. Con epítetos y acusaciones a cualquier otro que no piense igual, con el chantaje moral de llamados a la consecuencia, con aquellos que se supone son rebeldes al rebaño.

Me confieso estupefacto o, mejor, intrínsecamente estúpido, por buscar entender el contenido del texto, para saber cuál de las dos opciones asegura lo que en mi opinión debiera ocurrir hacia el futuro inmediato. Donde está la línea legítima de continuidad del cambio por el cual el país se ha movilizado y desea, por más de 30 años. Ese sería el fundamento de mi voto.

Lo anterior significa claramente que soy indeciso. Considero que los 30 años que se demoró en llegar el cambio de la Constitución de 1980 fue demasiado tiempo, y no se debe solo a la dictadura. Esta, en su último trance, reforzó esa Constitución con Leyes Orgánicas Constitucionales, y la democracia lo aceptó como legal. Sus 120 artículos se volvieron una red intrincada de miles de artículos en diferentes leyes, garantizando incluso los abusos, y la democracia aceptó gobernar con ellas.

Describí como un desvarío democrático, en septiembre de 2005 en El Mostrador, la opinión del Presidente Lagos quien llamó a las reformas de ese año, nueva constitución. Volví a escribir, el año 2010, sobre la necesidad de cambiar la legitimidad constitucional del país. Ello en un extenso artículo con el nombre de “Una nueva constitución para el Chile del Segundo Centenario”, publicado en un libro de la Fundación Ebert. La respuesta de la política, entre ellos de Camilo Escalona, entonces presidente del Partido Socialista, fue que quienes deseábamos ese cambio “la estábamos fumando verde”. El tímido y sectario intento de reforma de Bachelet II, que por cierto ahora servirá de algo, fue el último intento de la política, hasta el estallido social.

Creo que es necesario tomar lo acumulado, incluido lo del texto constitucional propuesto, y proyectarlo en el tablero vacío que se debe llenar, y que es mucho. Para hacerlo, no ayuda el carnaval veneciano de máscaras y cartas marcadas con el cual políticos y política tratan de marcar el voto libre de los ciudadanos, olvidando posturas y lecciones institucionales de 30 años, en vez de buscar acuerdos amplios para ejecutar después del plebiscito.

El trayecto hasta aquí tiene solo dos certezas claras: hay un nuevo poder soberano, el pueblo, que origina una nueva legitimidad política; y una voluntad de cambio, que persiste por largo tiempo, pese a éxitos y crecimiento económico. Ello porque el país es extremadamente desigual. Ahí está el fondo de la legitimidad y la voluntad de cambio que el país desea.

Al momento actual se llegó tras una acumulación de tres décadas y no por un estallido o la espontaneidad y el azar. Aunque nadie se sienta hoy responsable, el vaso no se quebró solo. Por eso, me declaro indeciso y tranquilo, porque dije lo que dije cuando había que decirlo, y no por circunstancias, orden de partido, mala conciencia o simple interés o avaricia.

En mi opinión también me influyen connotados políticos, de todos los colores, incluidos ex presidentes de la República, con su falta de coherencia factual. Omiten toda responsabilidad y en un verdadero carnaval de máscaras venecianas, se declaran insatisfechos, pero ninguno dice que a) el nuevo texto no toca el modelito económico de los abusos que ellos administraron; b) que la concentración económica y la colusión pueden, con este texto, seguir ad aeternum bajo otros mecanismos; c) que alguien con mucha plata, puede comprarse una Región; d) que la soberanía viene fraccionada porque si bien radica en el pueblo,  somos un pueblo de muchos pueblos con capacidad de veto legal, lo que debilita al Estado como unidad política; d) etc. etc.

Pero igual, la repentina conversión democrática de la derecha me hace vacilar. Porque los abusos tienen dos partes, los que los cometen y los abusados, a veces incapaces de rebelarse. Estos finalmente lo hicieron hasta contra las máscaras venecianas para cambiar la constitución. Los otros, llevan abusando 30 años + 17, y todavía parecen querer seguir. La prueba de la blancura está del lado de la derecha y su ecuación izquierda y derecha unida, jamás será vencida, no está tan clara. ¿Acaso soy muy estúpido?

Acerca de Santiago Escobar 50 Articles
Abogado, analista político y experto en temas de seguridad.