El tren de la Vida

Columna

Mucho nos quejamos de nuestra vida, de lo que no tenemos, de lo que no nos gusta. Enfrentamos la vida desde lo que nos falta. Desde el vacío o la carencia: quisiera esto, quisiera aquello. Incluso desde la queja: ¿por qué? ¿qué hice mal? No lo merezco…

Pero, habitualmente, no nos sentamos a ver qué tenemos. Y no, no se trata de enfrentar la vida desde el conformismo. De la vida que me tocó. Es, al contrario, asumir la realidad y evaluar cuán a gusto estoy con ella.  Frente a ello, creo, solo cabe hacer lo que todo ser vivo hace: vivir.

Pero siendo esa la esencia de todo ser vivo, vivir resulta lo más difícil. Implica acción. Y es ahí en donde nos enfrentamos al des-vivir.

Ese estancamiento y apego enfermizo a no vivir, la añoranza de un pasado hermoso también puede ser una trampa que no permite vivir. El recuerdo de lo que fue, la posibilidad de que no sea, que continúe siendo o, quizás, sea mejor.

Solemos anclarnos al pasado: si hubiera hecho esto o aquello, si no lo hubiera hecho, etc… Como corolario, nos estancamos, no accionamos…no vivimos. Y para vivir nacimos…o bien, en un presente continuo, reviviendo creencias. La constante repetición de una rutina carente de vida nos mata en vida. Y solo debemos vivir mientras estamos vivos.

La resistencia, con añoranzas, culpas, temores, solo nos limita. Debemos dejar de anclarnos, de resistirnos a accionar, a vivir.

Este viaje de la vida, solemos recorrerlo pendiente de las maletas, del destino, de los asientos que nos tocaron, de los compañeros de ruta, y nos perdemos en lo más básico: estamos viajando, podemos disfrutar el paisaje, la compañía, el alimento recibido, y mucho más.

A ratos, el asiento nos resultará incómodo, necesitamos pararnos, caminar. O cambiar de medio de transporte. Pero ahí vamos, viajando, viviendo…

Si no nos gusta el viaje, vemos como cambiarlo. Nada sacamos con sentarnos en la estación del tren de la vida a lamentarnos de un mal viaje. Muchos en ese momento: creemos que es mejor no viajar, para evitar experiencias malas de viaje.

Es ese estancamiento y apego enfermizo a no vivir, la añoranza de un pasado hermoso también puede ser una trampa que no permite vivir. El recuerdo de lo que fue, la posibilidad de que no sea, que continúe siendo o, quizás, sea mejor.

Una decisión a la vez, que nos saque de esa rutina de inacción, carente de vida, insufla vida, te saca de la rutina.

Deja de vivir sin vida, durmiendo en el viejo yo. No puedes dejar de vivir mientras estás vivo.