La elite política chilena es ciega, sorda y muda, igual que la canción de Shakira

La seguridad ciudadana, el crecimiento con igualdad social, la paz en La Araucanía, la crisis ambiental, prácticamente todo le queda grande a la política. Aquí sí vale la frase inventada por los norteamericanos: ¡Es la política, estúpido!

El problema hoy es que la coyuntura está en un pantano institucional. El país entró, hace rato, a un ciclo de cambio político y social, incluso antes y más allá de la Convención Constitucional.  Pero nadie quiere darse cuenta: crecimiento sin distribución equitativa, concentración económica y momificación de la representación política, dejaron al sistema caminando desnudo frente a La Moneda. Eso explica que una rebelión de estudiantes, que empezó el 2006 con los pingüinos jugando en el Centro de Santiago al “paquito ladrón”, haya llegado a La Moneda, mientras Bachelet y Piñera se repetían los platos en períodos consecutivos.

Para su información hay al menos tres cualidades nuevas que atender: cambio, legitimidad de origen, y velocidad temporal para actuar de manera responsable, antes del crack institucional. Ello va más allá de un Apruebo o Rechazo.

Hoy, estamos en un pantano, además, pues el país carece de un principio ordenador estructural que priorice propuestas, entre la adhesión o la crítica, para su selección de decisiones políticas. Que lo haga de manera viable, en una fase que es de transición y que durará mucho tiempo, porque no tiene vuelta atrás. Independientemente de lo que pase con el Apruebo o el Rechazo de la Nueva Constitución en septiembre.

Se requiere un gobierno empoderado, que no titubee; una oposición que se valide como opción en el diálogo y los acuerdos que es lo que rinde en gobernabilidad; y un bloque oficialista que actúe en la transparencia y coherencia, y no como una asociación de pymes en busca de pega.

El tiempo apremia, pues los escenarios de transición son complejos y amenazan con un crack institucional y político del país.

La negación absoluta de la oposición, el discurso eterno de promesas programáticas del Gobierno, el vasallaje acrítico del bloque oficialista, no sirven pues carecen de idea de país. Tampoco sirve enteramente la promesa constitucional de la Convención, que como una máquina de cambios estructurales los gira pagaderos a futuro con cargo al Parlamento, por obra y gracia de la pura ideología.

Nuestra elite es incapaz de ver tanto las fisuras como los puntos de apoyo que impregnan transversalmente la sociedad chilena, y todo lo resuelve en la liviandad de las matemáticas simples de mayoría y minoría.

Para su información hay al menos tres cualidades nuevas que atender: cambio, legitimidad de origen, y velocidad temporal para actuar de manera responsable, antes del crack institucional. Ello va más allá de un Apruebo o Rechazo. ¿Cree usted amiga lectora, amigo lector, que son capaces de darse cuenta?

Acerca de Santiago Escobar 50 Articles
Abogado, analista político y experto en temas de seguridad.