La muerte en una estampida de cuatro estudiantes en una asamblea universitaria reabrió el debate en Bolivia sobre miles de alumnos «dinosaurio», que estudian durante décadas en el sistema gratuito boliviano sin llegar a graduarse.
El 9 de mayo pasado, una granada de gas lacrimógeno hizo entrar en pánico a cientos de estudiantes que participaban en una reunión en la Universidad Tomás Frías de Potosí. La estampida dejó cuatro muertos, más de 70 heridos y una polémica: el papel de Max Mendoza en la asamblea, detalla un artículo publicado por la Agencia France Press (AFP).
Mendoza tiene 52 años, de los que 33 se los ha pasado en la universidad. En más de tres décadas no ha conseguido graduarse de ninguna de las varias carreras a las que se ha apuntado, según denunció el diputado oficialista Héctor Arce.
«Hay dirigentes que de alguna manera han usufructuado de su rol, porque yo creo que el dirigente universitario ha venido primero a ser estudiante universitario y luego a ser dirigente», dice a la AFP el rector de la estatal Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz, Oscar Heredia.
Desde 1989, Mendoza ha suspendido más de 200 materias y más de 100 cursos los terminó con nota cero (la peor), según denunció el diputado oficialista Héctor Arce.
Pero el caso de Mendoza es solo la punta del iceberg de miles de estudiantes «dinosaurio».
Ese expediente académico no le impedía ganar un salario mensual de 21.860 bolivianos, unos 3.150 dólares (similar al de un rector), porque también fungía como cabeza del Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana, que coordina los institutos públicos de enseñanza superior del país.
En medio de las investigaciones de la tragedia comenzaron a circular versiones en las redes sociales de que Mendoza, presidente de la Confederación Universitaria Boliviana, estaba detrás de una de las facciones en pugna en la asamblea.
Mendoza fue enviado a prisión preventiva el 21 de mayo, denunciado por varios delitos.
«Son aprovechadores»
«Hay estos dinosaurios, viven más de 20 años en la universidad», dice a la AFP Karen Apaza, alumna de ingeniería de la UMSA y activista contra los eternos dirigentes estudiantiles.
Beymar Quisberth, de la carrera de Sociología de la Universidad Mayor San Francisco Xabier de Sucre, la más antigua del país, explica que con el término dinosaurio «se hace una sátira».
«Ese término se utiliza por la trayectoria de años […], siempre les dicen dinosaurios [en las universidades], pero ahora es a nivel nacional que se maneja el término», agrega.
Otro dirigente acusado de ser «dinosaurio» es Alvaro Quelali, de 37 años, líder de los estudiantes de la UMSA, quien lleva 20 años como alumno de la universidad.
«Son dinosaurios, aprovechadores, es una vergüenza», dice Gabriela Paz, de 20 años, estudiante de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, mientras su compañero Mateo Siles, de 21 años, afirma que «hay gente que permanece en universidades públicas para tener ciertas dádivas».
No solo dirigentes
El rector de la UMSA aclara que no solo hay dirigentes estudiantiles que llevan muchos años en esa universidad, sino también miles de alumnos comunes.
De los 81.723 alumnos de la UMSA, el 23% (18.796) lleva más de 11 años estudiando y el 6,7% (5.475) más de 20 años.
«Es un tema que nos preocupa, pero es tema de gran debate», dice Heredia.
Incluso hay un millar de alumnos que llevan más de 30 años en esa universidad y un centenar más de 40 años.
En otros institutos el problema es similar. En la Universidad Gabriel René Moreno de Santa Cruz (este) hay cerca de 90.000 estudiantes y de ellos un 3% (unos 2.700) lleva más de 10 años.
Guido Zambrana, connotado profesor de Medicina de la UMSA, afirma que «se necesita reconocer que estamos en la crisis más profunda».
Por ello, recomienda «que se desmorone toda la estructura de corrupción, mala gestión, distorsión del cogobierno [docente-estudiantil], que durante décadas se ha ido deteriorando».
«La universidad es obsoleta, anacrónica, ya no responde a la situación actual» de Bolivia, afirma Zambrana.
(AFP)