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Chile no tiene costumbre de ser el último en nada. En los años 60 éramos el país con el segundo Producto Interno Bruto de Sudamérica y, salvo en el año 75, caímos al sexto lugar. Hoy fluctúa nuestro PIB entre el tercero y el cuarto, aunque nuestra población es la sexta. Si nos basamos en el PIB per cápita, somos primeros con US$24.453.

En mortalidad infantil también somos primeros. Tenemos una tasa de 6,7 x 1.000 al año 2017 y lo mismo en mortalidad materna, con 14 por año al 2023. En desnutrición y pobreza otro tanto, siempre a la par con Uruguay. Estos indicadores nos hablan de cómo llegamos a este mundo en un territorio llamado Chile, parámetros que comienzan a cambiar con el componente social.

El PIB es un indicador global, pero la mitad de los chilenos que ganan 8 mil dólares por año, es decir 500 mil pesos al mes, con justicia se preguntan dónde están los otros 16 mil dólares que me faltan.  Luego, la mal nutrición tiene a la mitad de los niños y jóvenes con sobrepeso, cuestión que es considerada una epidemia y que es causada por la comida rápida, la comida chatarra, que poco alimenta, pero que sacia el hambre aunque sea por un rato.

Nuestra base alimentaria, entonces, está de momento asegurada, pero los menús son los que están provocando enfermedades que en Chile no se veían en adultos jóvenes, en especial las muertes por problemas coronarios.

Que seamos últimos en un deporte como el fútbol, es un síntoma también del país que estamos viviendo, en especial por factores económicos. En los deportes amateur es el Estado el que se echa al hombro los gastos en infraestructura y en el soporte económico de los atletas. Las medallas en los Panamericanos del 2023 y en los Olímpicos de Paris son producto del esfuerzo personal y de la sociedad toda que con sus impuestos los financia. En el fútbol es lo contrario.

Desde el surgimiento de las Sociedades Anónimas Deportivas, SAD, el desarrollo de la actividad se estancó. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que desde hace 20 años que debutaron las SAD que no han surgido nuevas generaciones de jugadores. La última, la de José Sulantay, la Generación Dorada, es anterior a las SAD.

Estas sociedades no están enfocadas para invertir en jugadores en las series menores. Hace 10 años que ninguna serie avanza a semifinales en ninguna categoría en Sudamérica. Un equipo profesional de primera división juega 32 semanas (8 meses), despiden a sus jugadores y técnicos y algunos son recontratados después del verano, al año siguiente. Es más, el fútbol chileno tiene en las dos series contratados a 150 argentinos, lo que hace que sea muy difícil acceder a un plantel de la serie Honor.

La administración a cargo de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional, ANFP, ya no tiene recursos y perdió un juicio por más de 34 millones de dólares con TNT Sports, por no cumplir con los contratos durante la pandemia. Los clubes cobran, pero no juegan. Como muestra un botón: Para jugar con la Sub 20 de Estados Unidos no tuvieron para arrendar ningún estadio, debiendo jugar este sábado en las canchas de Quilín.

Por ello que ser último en la tabla de las clasificatorias para el mundial 2026 no es extraño, sino que es la crónica de una muerte anunciada. El fútbol chileno ha muerto y no quisieron salvarlo, los dueños se llevaron el dinero y seguirán llevándoselo sin vergüenza. Se eliminarán categorías, serán despedidos cuerpos técnicos completos, seguirá jugándose con aforos mínimos, sin hinchada visitante, con dueños de clubes que se repiten por todo el país y las casas de apuestas habrán ganado el pulso al Gobierno. La ANFP seguirá unida a la Federación y la promesa de campaña de separarlas el Presidente Gabriel Boric no la ha cumplido.

Seguiremos últimos y a nadie le importará. El fútbol de hoy se juega a un ritmo distinto, con físicos muy trabajados desde jóvenes. Estados Unidos, que hace 10 años no le importaba este deporte, hoy le encajó 3 a la selección Sub 20 en 15 minutos. En categorías menores, en adolescentes de 15 años, todavía podemos competir, pero ya en juveniles no hay preparación sin una condición atlética, la que en Chile no se trabaja.