Berlín, 50 años después

Por Miguel Ángel San Martín

 

Hace sólo unos días, mi hijo mayor me invitó a pasar unos días junto a mis nietos en Berlín. Todos los agostos hace lo mismo y yo accedo gustoso para disfrutar una semanita con ellos, en los distintos lugares de la geografía española que los niños eligen. Esta vez, mi hijo me quiso dar una sorpresa y me invitó a Berlín.

Sin duda que fue una sorpresa más que agradable, porque hacía 45 años no viajaba a aquella ciudad que nos acogió durante más de cuatro años, en los comienzos de nuestro exilio. Y tenía ganas de ver aquellos lugares que recorrí con mis hijos muy pequeños, recibiendo muestras permanentes de solidaridad de la gente de la República Democrática Alemana. Hoy ya no existe más que una Alemania y tenía ganas de ver la capital unificada, sin muros ni diferencias.

Para aprovechar mejor el corto tiempo que disponíamos, mi hijo se puso de acuerdo con un Guía Turístico Oficial, quien resultó ser chileno, natural de Concepción. Christian Araneda se llama y es ingeniero comercial. Salió de Chile hace unos nueve años, vinculado a una ONG solidaria. Y estuvo en Ucrania hasta poco antes de iniciarse la guerra. Luego estuvo buscando un destino nuevo para conocer y desarrollarse, con ese espíritu tan “pat’eperro” que tenemos los chilenos.  Descubrió un anuncio que ofrecía trabajo como guía turístico bilingüe en Berlín. Como habla fluidamente inglés, alemán y español, se presentó, previo estudio “por encimita” de la Historia de Alemania y rindió con éxito la prueba de selección, siendo aceptado bajo estrictos códigos de los guías turísticos en aquel país.

Mi primera impresión al verlo llegar, con un llamativo paraguas de mujer de color azul chillón, fue de simpatía. De estatura media, con una gorra tradicional que tapaba una calva prematura, barba cuidada y vestido deportivamente, llegó al punto de reunión con un pequeño retraso, lo que me llamó la atención puesto que los alemanes son exageradamente puntuales. Le saludé con un típico “¿Cómo estay?”, y esbozó una sonrisa pícara escondiendo la satisfacción de oír una voz con acento de su tierra.

Christian Araneda

Se conformó el grupo que se había comprometido anteriormente y nos dio una explicación previa. Lo hizo con naturalidad,  soltura y dominio de lo que estaba diciendo. Y como el grupo estaba formado por chilenos, españoles, argentinos y mexicanos, pronto entramos en confianza y más de alguna explicación estuvo salpicada con tallas o imitaciones de acentos latinos…hasta un “huevón” se salió para remarcar alguna cualidad de un personaje popular de la historia germana.

Caminamos un montón, recorriendo sitios reveladores de las costumbres de los jóvenes, imperantes en el Berlín actual. Su trabajo está derivado justamente a eso, a recorrer zonas que muestren los cambios culturales   que marcan el hoy. Y Christian Araneda se desenvolvió como pez en el agua, llevándonos a rincones extraños, plagados de grafitis, de pinturas murales y de pegatinas por todas partes. “La multas si te pillan poniendo pegatinas son mucho menores que si te pillan pintando murales no autorizados”, nos dijo moviendo graciosamente, como payaso de circo pobre,  el paraguas que ya tenía cerrado.

Entre parada y parada, mientras caminábamos, me acerqué a conversar con él. Me contó que llevaba varios años sin ver a sus padres, en Concepción, ciudad en la cual había trabajado en un banco, como asesor de cuentas. Cansado de aquello, decidió dejarlo todo y salir a recorrer mundo. No hablamos nada de política y él se cuidó mucho de explicar equilibradamente la caída del muro, de tal manera que no hiriera sensibilidades políticas de los turistas.

La verdad es que fueron más de tres horas caminando gratamente por lugares específicos del Berlín actual, que tiene cosas buenas y otras no tanto. De las primeras, los modernos edificios y sistemas de transportes. De las cosas malas, eché de menos lo que viví en el lado oriental, como el orden cívico general, la limpieza urbana, los sistemas sociales que eliminaban la pobreza extrema. Además, lamentablemente se nota la presencia del mercado de la droga.

Disfruté con el guía chileno en Berlín. Y le agradecí que tuviera un gusto exquisito para elegir los lugares más significativos del hoy berlinés. Y me alegró saber que nuestros jóvenes están preparados en un mundo de solidaridad y que son capaces de solventar cualquier circunstancia, por muy complicada que sea.