Editorial: Intentos por reescribir la historia

Uno de cada cuatro chilenos vivos habían nacido antes del 11 de septiembre de 1973, es decir, cerca de cinco millones sobreviven medio siglo después del Golpe de Estado. Aclaremos que la población de Chile ese año era de 10 millones, por lo que quedan con vida la mitad de los que habitábamos esta tierra al sur occidental de Sudamérica, hace 50 años.

El Golpe abarcó todos los rincones del territorio. Las fuerzas armadas y carabineros se prepararon con el Tanquetazo del 29 de junio, donde murieron 22 personas. El general Carlos Prats, que había controlado la sublevación, renunció más tarde por un incidente con una mujer en la Costanera, el 23 de agosto, 18 días antes del Golpe. Entonces recomendó a Pinochet, quien hasta el mediodía del domingo 9 de septiembre se reunía con Salvador Allende. Antes, el 26 de julio fue asesinado en Providencia el edecán naval Arturo Araya, esta vez por la Armada bajo la cobertura que le daba Patria y Libertad.

El Presidente llamaría a un plebiscito donde propondría acortar el mandato a 4 años (entonces eran 6), pero la Unidad Popular venía de ganar las elecciones el 4 marzo del ’73, y la posibilidad de volver a triunfar era intolerable para el gobierno de Estados Unidos, encabezado por el republicano Richard Nixon. Había que terminar con el «experimento marxista» y ello implicaba algunos escenarios. En esa elección, la derecha más la DC no lograron conseguir los votos para destituir a Allende, cuya coalición subió su votación parlamentaria del año 1970.

Por un lado, depuesto Allende, la Democracia Cristiana sentía que uno de los suyos, Frei Montalva o Patricio  Aylwin, presidente del Senado, podrían asumir la conducción del país. La derecha dura, con Domingo Durán, Sergio Onofre Jarpa, Jorge Alessandri y Juan de Dios Carmona, venían derrotados desde el año 1964. Este diseño era conocido en todos los rincones del país: se estaban repartiendo el poder antes de tiempo, pensando que eran los que mandaban en Chile. Aylwin hizo fracasar la mediación del Cardenal Silva Henríquez días antes del Golpe.

Sin embargo, Augusto Pinochet fue más listo. Leyó que su enemigo eran los marxistas y los otros, el resto de los «señores políticos», no eran de temer, y no lo fueron.

El Golpe comenzó el año 1968, con una visita a Estados Unidos de Agustín Edwards, el dueño de El Mercurio. Reunido con la CIA y hablando luego a editores de otros medios de derecha en Washington, alertó sobre lo que vendría para Chile si ganaba Allende.

La Central de Inteligencia de Estados Unidos financió a la oposición y a grupos como Patria y Libertad, y envió a Michael Townley a sabotear las comunicaciones. El crimen del general René Schneider, comandante en jefe del Ejército, fue perpetrado por Patria y Libertad el 25 de octubre de 1970, junto a los generales Viaux y Valenzuela, y estuvo instigado por medios de comunicación chilenos. Un periodista escribió en revista Ercilla: «Un hecho que conmoverá al país», anticipando el crimen, que se gestó para intentar impedir que Allende asumiera la Presidencia el 4 de noviembre.

Pinochet se mantenía como general de división el año 1970, nombrado por Frei Montalva, siendo destinado a la región de Tarapacá. El año 1968 había estado recorriendo la Escuela de Las Américas que tenía Estados Unidos en Panamá, donde varios de sus secuaces se formaron y, apenas dado el Golpe de Estado, comenzaron a desarrollar las atrocidades que Chile vivió por 17 años.

La democracia se acabó con el cierre del Congreso, los «señores políticos», del partido Conservador, Nacional y la DC tuvieron que rebuscárselas en el ejercicio de sus profesiones o negocios que emprendieron. Los de la UP, 17 senadores y 141 diputados corrieron por sus vidas. Artistas fueron masacrados. Los profesionales y obreros comenzaron a ser perseguidos, torturados, asesinados y más de un millar aún no se encuentran sus cuerpos. El exilio fue el castigo para miles de mujeres y hombres.

No se puede separar el Golpe de la activa participación de Estados Unidos, de la CIA, de la derecha y la DC, de El Mercurio, del Tanquetazo ni de Pinochet, porque fue un golpe a la democracia, a la Declaración Universal de Derechos Humanos, que Chile había ratificado el año 1968,  20 años después de suscribirla. Paradójicamente, esa Declaración consagra los crímenes de lesa humanidad, que no prescriben, los  que son cometidos por Estados contra personas por pensar distinto. Talvez Frei Montalva la ratificó pensando en los crímenes del marxismo soviético que, en su miopía política, generaba la Unidad Popular. En palabras simples, parafraseando el cuento: Este niñito compró un huevito, (los partidos de derecha); esto lo preparó, Patria y Libertad. Este otro lo sirvió, la DC y este se lo comió: Pinochet.

Estos son los hechos que están en la historia que cada cual puede interpretar, pero hagámonos cargo al menos de lo que sostenemos para poder vivir en democracia, bajo una moral que nos haga personas, donde se reconozca la vida del otro, la tolerancia, la justicia, la paz y la dignidad.