Me despido de mi amigo Nelson

Siento una imperiosa necesidad de escribir sobre la amistad. Acabo de perder a uno de mis amigos más queridos, Nelson González Díaz, “Gonzalito Chico” como le decían en los ambientes del deporte aficionado, básquetbol, fútbol o boxeo, y en Santiago Morning. No pude despedirme en persona pues una inexplicable agresividad de su familia hacia mí impidió que lo acompañara en sus últimos momentos.

Nuestra amistad fue de toda la vida, en las buenas y en las malas, y por eso me duele.

En un mundo de inseguridades e intereses materiales, creo que la amistad es un bien invaluable que trasciende el tiempo y nos conecta en un nivel profundo con otros seres humanos, a ese espíritu de comunidad y de humanidad que todos tenemos o debiéramos tener.

No es casualidad que a lo largo de la historia numerosos escritores, clásicos y modernos, hayan tomado la belleza y el poder de la amistad como tema de sus reflexiones y textos. El poeta romano Virgilio dijo una vez que: «Un amigo leal es un poderoso escudo». Estas palabras anidan la idea de que la amistad verdadera nos protege de las adversidades de la vida y nos brinda fortaleza en momentos de debilidad. Por eso, resulta tan repugnante negarle a un ser querido en trance de fallecer el apoyo de sus amigos.

Nadie sabe cuáles rencores anidan las familias en su historia personal. Pero la amistad se sitúa por fuera de ellas. William Shakespeare sostiene en su obra «Hamlet», que «Un amigo fiel es un alma en dos cuerpos», resaltando la importancia de la fidelidad y de la confianza en una amistad duradera. Ese es el pegamento que une a los amigos en un vínculo sólido, perdurable y emocionalmente indestructible.

Sin embargo, no siempre tenemos conciencia de nuestra capacidad para sostener una amistad. Alguien dijo que el único camino para tener un amigo es ser uno mismo, sin juego de máscaras y con capacidad de reciprocidad, generosidad y franqueza. Si Marcel Proust decía que debías perdonar a tus enemigos sin olvidar sus nombres, entre amigos o familiares también pueden surgir diferencias y alejamientos.

Pero ello no es obstáculo para superar y perdonar. Lo digo porque Nelson era un amigo a carta cabal, capaz de perdonar sin olvidar nombres, y tenía una generosidad a toda prueba, primero con su hogar y su familia y luego, atrasito, con sus amigos cuando lo necesitaban. Por eso me duele esa especie de abandono en que su círculo interior manejó su enfermedad, repentina y cruel, de derrames cerebrales y nula voluntad de seguir viviendo.

La amistad es un regalo preciado que en todo caso, nunca pasa por sobre los afectos filiales aunque ellos sean autorreferentes o rencorosos, pues es solo un escudo protector y un recordatorio de nuestra propia capacidad de ser leales.

La traición a la amistad puede ser un acto desgarrador cuando versa sobre hechos dramáticos. Pero la inquina y mezquindad cotidiana, hecha de ocultamientos o falta de franqueza, cuando proviene de terceros y olvida el bien mayor de la salud de un enfermo que se va, o a quien se debe acompañar en la iglesia y el cementerio, es peor. Habla de gente chica, pusilánime, que construye una caspa corrosiva que se anida en la necedad.

Desde aquí me despido de ti amigo, con mi más sentida emoción. No se escribir obituarios, no pude asistir a tu sepelio, como muchos de tus amigos y, en realidad, prefiero recordarte en nuestros años jóvenes, en tu casa con el Gota Letelier y tu primo Orlando, cuando íbamos a los bailables del Restaurante Santiago, a los del Goyescas, con Álex, Juan Carlos y el Chico Félix. cuando farreábamos en Longaví donde te fuiste a hacer clases, allí donde conocimos a nuestra querida amiga Adriana, o tú y yo fundando el club de baby fútbol Katania, alrededor del cual hicimos parte linda de nuestra juventud en el barrio Matucana.

Ya no tendré las largas charlas contigo, pero quiero que sepas que nunca te abandoné, pues el abandono es la contraparte más oscura de la amistad. Descansa en paz amigo. Que solo la tía Irma te dé unos coscachos por no haber seguido alguno de sus consejos, y Gonzalito, tu papá, te reciba con los brazos abiertos al cabo de tantos años.