OPINIÓN: Participación contra la corrupción

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

Uno de los problemas más destructivos que sufren las sociedades modernas, es la corrupción. Es un mal bastante más común de lo que nos imaginamos. En muchas naciones se vive este problema debido a que la ambición humana se impone a la razón, la inteligencia y la decencia.

El hecho de que sea un vicio bastante común, no significa que no podamos combatirlo. Es cuestión de hablar del tema, analizarlo en profundidad y sin tapujos, aplicar razones contundentes y adoptar las medidas correctoras que estimemos necesarias. Sobre todo, ¡debemos hacerlo entre todos!.

No es posible permanecer impávidos mientras vemos que el flagelo se desarrolla en nuestra sociedad, con una voracidad implacable. La desfachatez de quienes transmiten su corrupción a otros debemos castigarla con ejemplaridad, porque es un mal que debemos extirpar de raíz.

Si bien es cierto que la corrupción en la política, en la administración pública e, incluso, en el sistema educacional, son los que más nos llaman la atención y nos escandalizan, en muchas otras actividades humanas también se producen hecho de corrupción que ya vamos aceptando como “normales”. El pago bajo cuerda, menor a lo establecido, de un estacionamiento en el centro de la ciudad; pedir prestado dinero y no devolverlo; no cumplir con un contrato o un compromiso contraído; saltarse normas de convivencia social en las calles o comercios, también son hechos que se pueden calificar de corruptos, porque van en contra de lo que se ha establecido para una convivencia limpia, en paz y en equidad.

Sin duda que nos fijamos más en los hechos delictivos que se cometen en el mundo de la política, porque es una burla a nuestra idea de democracia. Es un abuso de confianza a todo un pueblo, porque se trata de recursos que deben ir en beneficio del conjunto de la sociedad.  Y eso no sólo lo calificamos como un delito, sino también como una inmoralidad.

Ahora, estamos viviendo en nuestro país que avanzan varias investigaciones en diversos municipios chilenos. Incluso, a pequeñas municipalidades de nuestra geografía, cuyo presupuesto es exiguo para las necesidades generales de la gente. Sin embargo, los inescrupulosos van a corromper a funcionarios débiles y a políticos sin un nivel moral suficiente para representar a sus conciudadanos y gestionar su futuro como municipio.

Es tan corrupto el que se vende, como el que lo induce a venderse.

Una importante jurista española, Manuela Carmena, que llegó a ser Alcaldesa de Madrid, señaló que “En los casos de corrupción los juicios han de ser más importantes que la instrucción», con lo cual induce a adoptar medidas jurídicas técnicas para acelerar los procesos y sancionar con rigor a quienes resulten culpables. Esto viene a significar, además, que todos debemos entregar información a los fiscales y jueces denunciando hechos que signifiquen corrupción, porque es nuestro aporte responsable para derrotar al virus de la corrupción.

Sabemos que el dinero fácil es goloso. Que hay gente que, en su debilidad, piensa más en su bolsillo que en la decencia. Ni entiende que la democracia nos impulsa a desarrollar un sistema de convivencia igualitaria para todos. Y que todos tenemos iguales derechos.

Sin embargo, además, debemos tener claro que también es corrupción el mentir, el deformar la realidad para obtener beneficios personales o de grupos. Mentir es abusar del uso perverso de medios de comunicación, que son capaces de transformar los intereses de las personas, mediante el engaño. Y repetir las mentiras una y otra vez, machaconamente, es traicionar el ideario de convertir nuestra sociedad en un conglomerado fuerte, sano y culto.

Sabemos y conocemos cuál es la base para desarrollarnos en un sistema de bienestar para todos, igualitariamente, sin privilegios que ofendan ni injusticias que paralicen el accionar común.

Buscamos la felicidad y la vamos a encontrar cuando nuestra sociedad adquiera un nivel importante de tolerancia, de respeto, de comportamiento cívico adecuado y de cultura superior. Lo más importante es que está en nuestras manos conseguirlo