La Cumparsita, una alegoría

Columna

En la Expo Sevilla de 1992, que debe ser la única que está en nuestra memoria colectiva, Chile presentó en su estand un bloque de hielo traído desde la Antártica que se conoció como el “iceberg” y con ello hizo noticia. Argentina, según me cuenta un amigo uruguayo, compareció con el tango “La Cumparsita” como himno de presentación. Admitía eso sí la delegación argentina, que, si bien la música era de autor uruguayo, la letra era de Pascual Contursi, argentino. Ante ello el representante de la delegación uruguaya respondió: “Entonces, toquen la letra…”

La Cumparsita, cuya música es del uruguayo Gerardo Matos Rodríguez, compuesta en 1916, debe ser el tango de mayor trascendencia y perduración. De hecho, fue compuesta cuando todavía el tango no se cantaba y Contursi tiene el mérito no sólo de haber sido el autor definitivo de la letra por allá por 1924, sino que de haber sido uno de los primeros, si no el primero, en poner letra a este género.

¿Y hacia donde vamos con este cuento? Bueno es un intento de paralelo. La Cumparsita, sin la letra de Contursi y la música de Matos, no sería lo que es. Fue el resultado de la cooperación involuntaria, la integración no buscada – porque a Matos no le gustó que sin su autorización usaran su música – entre un uruguayo y un argentino, que desde el inicio de los tiempos se han disputado el origen del tango, lo que permitió la trascendencia de esta obra conocida en el mundo entero.

Hoy, en nuestro país, velamos la Constitución del ochenta declarada muerta por moros y cristianos, o por Tirios y Troyanos dirán otros, pero también lamentamos la muerte al momento de nacer, de la parida por la Convención Constitucional, que por distintas razones no gustó al pueblo que era el llamado a darle vida y, por el contrario, la abortó.

Hay que ponerle letra a la música para luego tocarla y que en su momento ojalá, con el aporte de unos y otras, suene con la armonía y poesía de la simpleza. Como la Cumparsita.

Entonces, ¿qué queda? Pues, dado que la primera fue impuesta por la fuerza de las bayonetas y la segunda, además de caer en excesos afirmativos, ignoró las ideas que representan a un sector minoritario del país, pero que han tenido la virtud de permear a una parte considerable de él, que si bien quiere cambios al sistema y el fin de los abusos a que dio origen el modelo impuesto hasta ahora, tampoco quieren que se les prive o amenace la libertad de elección, (aunque sea un espejismo en mi humilde opinión) o la posible colectivización de algunos derechos que se estiman adquiridos y por tanto intrazables.

Pero Chile quiere una nueva constitución, esa es la música, la partitura. Existe, está ahí y se mantiene, no puede ser ignorada. El hecho de que se haya rechazado la propuesta de la CC, no autoriza ni es fundante para que algunos se atrevan a plantear que habría que preguntarle nuevamente al pueblo si persiste en eso de querer una nueva Constitución. De ser así, entonces no redactemos ninguna otra y a fin de año preguntémosle nuevamente al pueblo si persiste en rechazar la que se le propuso.

Pero en fin, el sector derrotado en el plebiscito de entrada y luego en la elección de los convencionales, obtuvo un sonoro triunfo en el de salida y eso no puede ignorarse. Sin embargo, en virtud de ello, no pueden ni deben, a la hora de formular sus propuestas, adoptar la actitud que tuvieron algunos convencionales que mareados por su abrumadora mayoría (circunstancial como se vio) quisieron imponer sólo las suyas, sin hacer concesiones ni guiños a la otra parte.

Desde octubre de 2019 a la fecha, Chile ha estado sumido en una vorágine que de una u otra forma ha constituido la suma de todos los miedos, con los efectos y consecuencias que todos conocemos. Ya es tiempo de ir saliendo de ello. Lo estamos haciendo de una, la sanitaria, y la forma de hacerlo radica en cómo se enfrentó. Si bien hubo roces, críticas opiniones y más de algún exceso retórico, para hacerlo se marcó una línea, se estableció una estrategia a la que adhirió la mayor parte del país y, cargando con los costos (los muertos no fueron pocos y el dolor de ello tampoco) estamos dejando atrás esa parte del momento gris en que hemos estado inmersos en los últimos tres años.

Ahora toca abordar lo que en el tango llaman “la cuestión social”. Oposición y oficialismo, más algunos terceros coadyuvantes, tienen el deber de concordar el camino a seguir para salir de este entuerto. No faltarán las posturas maximalistas a la hora de proponer caminos o conformar un marco. Las propuestas que se han lanzado hasta ahora, ninguna novedosa, solo reflejan lo que uno u otro sector pretende desde el punto de vista de sus intereses. Espero que nos sorprendan con una solución verdadera y no sustentada en el espejismo o la coyuntura.

Si sirve de ejemplo, La Cumparsita, antes de ser el éxito que es hoy, tuvo al menos tres letras, incluso una escrita por el mismísimo Matos (alegórico, ¿no?) que no llegó a ninguna parte y hoy nadie la recuerda.

Hay que ponerle letra a la música para luego tocarla y que en su momento ojalá, con el aporte de unos y otras, suene con la armonía y poesía de la simpleza. Como la Cumparsita.