La refriega entre partidarios del Apruebo y Rechazo recrudece, y se omite toda lógica democrática. En este caso, nadie se detiene a pensar que lo más simple, si gana el Rechazo el 4 de septiembre, sea una simple consulta al pueblo: ¿cómo quiere seguir? Todos hablan de participación y democracia directa, pero en realidad nadie está dispuesto a practicarla si el otro puede ganar.
Así, el Presidente tomó un atajo de sentido único: ganar. Y hasta encontró apoyo jurídico. Bien razonado no es una mala jugada política, pues transformó las noticias del Rechazo en un esforzado empate mediático. Pero el que explica se complica, y como la Convención trastocó la nueva legitimidad política y la voluntad de cambio del país en un cahuín con mala resaca y un producto menos que regular, puede que no alcance a empatar electoralmente.
Ese soberano puede ahora, libremente, decir que el borrador no le gusta, y votar Rechazo, lo que no cambiará en absoluto su carácter de Poder Constituyente. Entonces, señor Presidente, nadie, bajo circunstancia alguna, puede arrogarse su representación. El pueblo, ni parte de cero, ni está obligado a hacerlo igual.
Creo que existen dos hechos que cambiaron el funcionamiento del sistema político chileno y que nadie quiere tomar en serio. Uno, es el traspaso de la Soberanía desde la Nación al Pueblo de Chile. El otro, es la voluntad de cambio y un nuevo principio de legitimidad, que impide seguir con la Constitución del 80.
Pero hay que decirlo, ni el contenido del texto final ni las perspectivas de temporalidad que nos propone, satisfacen las expectativas o ejemplifican las demandas de la sociedad, salvo contadas excepciones. Y, por lo tanto, el soberano, el mismo que votó Apruebo y Convención Constitucional, puede ahora votar rechazo.
La Reforma Constitucional de 2019 consolidó ese traspaso y poder. En el plebiscito de entrada, además, decidió que quería una Nueva Constitución, redactada por mandatarios elegidos de manera universal especialmente para ello, sin participación del Congreso. O sea, se cambió el titular del poder constituyente, y se seleccionó un mecanismo.
Por lo tanto, ese soberano puede ahora, libremente, decir que el borrador no le gusta, y votar Rechazo, lo que no cambiará en absoluto su carácter de Poder Constituyente. Y también puede cambiar el mecanismo. Por lo tanto hay que preguntarle como quiere seguir y tal vez seleccione un mecanismo diferente al anterior.
Entonces, señor Presidente, nadie, bajo circunstancia alguna, puede arrogarse su representación. El pueblo, ni parte de cero, ni está obligado a hacerlo igual. Su error está en confundir lo principal (poder constituyente del pueblo) con lo accesorio (mecanismo de elaboración y sanción). Algo propio de abogados.