El regreso de Michelle Bachelet

Columna

Por Santiago Escobar S.

Objetivamente el regreso de Michelle Bachelet al país, anunciado para fines de agosto, debiera ser valorado positivamente por la ciudadanía. Ello porque se trata de una líder con experiencia en el oficio de gobernar, y de evidente razonabilidad y diálogo político, que podría ser un gran aporte para ayudar a componer la agitada agenda política del país. En esta no abundan los liderazgos socialmente reconocidos y respetados, que aporten con uno de los bienes más escasos de nuestra vida pública, un efecto de confianza ciudadana.

Naturalmente, los juicios mayormente positivos serán los de su sector, la centro izquierda. Esta navega a la deriva entre discordias y falta de claridad, en el apoyo o la oposición al gobierno, y requiere estabilidad. De la oposición, mucho cálculo de matemáticas elementales.

El partido de Bachelet, el Socialista, y la recientemente elegida presidenta del mismo, Paulina Vodanovic, serán los más beneficiados. Esta podrá contar con un apoyo que mitigue su debilidad de no ser parlamentaria en ejercicio. El partido podrá reordenarse y tal vez deje de ser esa especie de “pyme busca empleo” en que lo dejó instalado el anterior presidente. Pues pese a tener una envidiable posición parlamentaria en un Congreso empatado, carece de ideas propias y dejó a punto de ruptura la alianza estratégica con la DC.

Lo dicho no es un augurio o tarot del cariño o la adhesión, sino simplemente la constatación objetiva de que en el país los talentos políticos no sobran; de que hay una crisis de representación aguda que amenaza de desaparición a los partidos políticos y su reemplazo por un neo corporativismo social, y que se requiere de pilares de confianza para recomponerlo.  Y en esa tarea, nombres como Bachelet, Lavín o Lagos, si efectivamente lo desean, son útiles y bienvenidos para alivianar la carga y encontrar soluciones viables al proceso de transición que el país vive.

Es mezquino pensar la mitad medio vacía del vaso y poner el regreso de la expresidenta solo en perspectiva de Apruebo o Rechazo. Gane cualquier opción, hay dos cosas empujando una transición política en el país que ya está en marcha: la legitimidad institucional de un nuevo soberano, el pueblo, para dirimir la vida institucional y política del país. Y una voluntad de cambio social hacia una vida mejor. En ese viaje en que estamos inmersos, siempre habrá aciertos y errores, estén o no estén los nombres mencionados.

El bienestar social no es un espontáneo mágico de la historia sino una ardua labor política de diálogo y aprendizaje, sobre todo para las sociedades que se autodefinen democráticas. No es más ciudadano el más sabio que el más ignorante. La razón democrática se mide solo en la prudencia y voluntad para aplicar los atributos legítimos del poder, con los únicos límites de respetar los derechos humanos y la decencia en el ejercicio del gobierno y el bienestar del pueblo.

La fecha fundante de la legitimidad y el cambio no es el 18 de octubre de 2019 – día de la ira frente al abuso- sino el 15 de noviembre de ese año y el acuerdo institucional para reencaminar la democracia y la vida política del país. Ese fue el mejor resultado histórico de nuestra democracia.

Según mi personal y ciudadana convicción, y no siendo un admirador suyo, encuentro positivo su regreso, señora Bachelet. Tanto para el país como para la democracia.

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Abogado, analista político y experto en temas de seguridad.