Realismo agobiante

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

Se nos fue enero y ahora entramos a un febrero bisiesto, y lo hacemos como presagiando climas raros, distintos, de los cuáles debemos prepararnos para aprender nuevas situaciones de vida cotidiana.

En estas fechas, en el hemisferio norte vivimos un invierno con variaciones nunca antes vista. Es seco, frío a veces, y con un templado primaveral en otras. Poca lluvia, pero con situaciones dramáticas en lugares muy definidos, donde el agua cae a raudales y en cortos períodos de tiempo, provocando inundaciones que causan daños cuantiosos en poblados, campos y caminos. Todo ello, sorpresivamente. Tal situación ha obligado a las naciones a destinar recursos y esfuerzos imprevistos para solucionar urgentes problemas surgidos en zonas que nunca habían vivido situaciones similares.

La diversidad de variaciones climáticas en una época invernal ha sido la tónica en los últimos años, pero con una constante que preocupa: la sequía. Lo grave es que los expertos nos lo habían advertido. Todo apuntaba a un cambio climático profundo, pero muchos no lo creyeron. Hablaron de una “maniobra distractiva” de movimientos ambientalistas fanáticos, destinada a causar angustia en la población. Sin embargo, ya estamos sufriendo las consecuencias de este nuevo fenómeno, y no somos capaces de enfrentarlo con decisión contundente.

En el otro hemisferio, cuando el sol se hace presente con temperaturas cálidas veraniegas, pues ocurre que también han variado las condiciones climáticas. Se producen calores extremos, se baten records de temperaturas y la vegetación se reseca. Soplan vientos extrañamente fuertes, que trasladan chispas que arrasan con bosques enteros, incendios voraces que destrozan sembrados y alcanzan poblados, golpeando a la gente en forma indiscriminada.

Repito: esta situación la venimos sufriendo cada año en forma creciente. Y no hemos hecho nada…o muy poco, para contrarrestar este evidente cambio climático.

Hemos tenido grandes reuniones de carácter internacional donde los acuerdos han sido los mismos: debemos obligar a quienes tienen poder de decisión para que actúen con acciones eficaces, contundentes, sin importar los costos que ellas tengan. Porque se trata de una lucha por preservar nuestro entorno, lo cual significa preservar la propia vida de la especie humana.

Y también nos recomiendan tomar conciencia de que lo que ocurre en un hemisferio, se replica implacablemente en el otro cuando le corresponda. Si el invierno es frio y seco en el hemisferio norte, en el sur será también frio y seco. Por el contrario, si los veranos aquí son tórridos, ventosos y cargado de incendios forestales incontrolados, allá igualmente lo serán. Entonces, la conclusión es clara: debemos aprender de lo que ocurre en cada hemisferio, uno del otro, para prevenir situaciones dramáticas, de graves retrocesos en el desarrollo humano.

Al final, debemos comprender que los hemisferios viven las estaciones cambiadas radicalmente, lo cual debemos transformar en una ventaja para adoptar medidas preventivas con un nivel más alto de acierto.  Pero, a la vez, debemos tener la suficiente inteligencia como para darnos cuenta de que todo esto es producto de nuestra propia forma de vivir.

Somos los responsables de estas variaciones climáticas porque no evitamos contaminar nuestro propio medio ambiente. Hablamos de progreso, de avances, pero la realidad nos demuestra, cada vez con mayor intensidad, que estamos equivocados y que debemos cambiar nuestros hábitos y costumbres que resultan depredadores. Hay intereses menores que nos imponen formas de vida que nos están perjudicando. Por ello, debemos ser capaces de sacudir el dominio que nos impone una minoría muy pequeña, pero muy cargada de ambiciones desmedidas.

Debemos actuar ya, antes que el cambio climático destruya nuestro planeta. Y no es alarmismo, sino un realismo agobiante que no queremos ver.