Formación educacional para crecer

Miguel Ángel San Martin, periodista, desde Madrid

 

En España se está produciendo un debate, cada vez más intenso, sobre la obligatoriedad de que los jóvenes cursen estudios hasta los 18 años. Dicen que es necesario que los jóvenes consigan un nivel más alto que el actual para poder enfrentar la vida con mayor éxito. O sea, que se puedan independizar de sus familias con mejores opciones de trabajo y, a la vez, subir el nivel productivo de la oferta de mano de obra de quienes tienen que trabajar a temprana edad.

Sin duda que se trata de un debate interesante que puede ser replicado en todo el mundo, si se quiere elevar las condiciones de vida de la gente. Prolongar hasta los 18 años la obligatoriedad educacional es una medida de alcance social importante puesto que, con una mirada alta de progreso, el Estado debe asumir los costes que esta medida va a provocar. Es que se trata de una acción social que ratifica aquello de que la educación es un derecho y que, por lo tanto, debe ser el Estado el que asuma la obligación de protegerla e impulsarla con efectividad.

Guardando todas las proporciones con respecto al debate español, recuerdo que hace casi seis años justos, publiqué en Chile un artículo en el Diario Crónica, de Chillán, en el cual reconocía el nacimiento de un movimiento ciudadano destinado a conseguir “una Universidad para Ñuble”. Y decía entonces que consideraba interesante tal movimiento, puesto que resulta oportuno que, en una ciudad como Chillán, la capital de la Región de Ñuble, se promueva justamente una formación superior, de calidad y gratuita.

En Chile, los estudios superiores son caros. En muchos casos, sólo un hijo de una familia de clase media puede aspirar a un título profesional universitario, endeudándose hasta más arriba del cuello. En Chillán, además, el nivel económico de la población es muy bajo, llegando a ocupar el penúltimo lugar de la pobreza del país. Por eso, la creación de una universidad es una necesidad social de primer nivel.

Pero no cualquier universidad. Creo que la Universidad de Ñuble debe ser de carácter Técnico. Ñuble tiene varias sedes universitarias tradicionales y un par de institutos privados, con aranceles económicos altos para la realidad social local. Por lo cual, se hace necesario llenar ese espacio entre la enseñanza básica y media, con una “formación técnica” que permita que los jóvenes adquieran rápidos conocimientos que serán sus armas para enfrentar la vida productiva.

La mano de obra cualificada es muy apetecida en diversas ramas de la actividad económica productiva. Lo hemos visto y comprobado en múltiples ocasiones en Chillán. Las empresas no sientan sus importantes bases, porque allí todavía no hay cualificación en la gente que podría constituir su planta de empleados. La forma de trabajar va modernizándose con rapidez, por lo cual los emplazamientos de sus instalaciones se deciden por la calidad de la oferta de mano de obra con alto nivel.

A comienzos del 2019, una delegación de Ñuble se reunió con la que era ministra de Educación para hablar sobre el tema y ella se interesó. Incluso fue tan receptiva que planteó de inmediato la necesidad de realizar estudios de factibilidad. Y se formó una Mesa Técnica de Trabajo, con representación ministerial, de las autoridades locales y de la organización de vecinos que promueve la idea. Hasta ahora han sido escasas las novedades al respecto.

Siguiendo con el ejemplo de la Región de Ñuble, allí se está necesitando dar un salto cualitativo en la formación de sus jóvenes, así como en todas las del país. El futuro está justamente en la modernización general de los sistemas productivos.

En Ñuble, la prioridad se instala en la diversificación de la actividad económica, basada mayoritariamente en la industria agroalimentaria y maderera.  Por lo mismo, el turismo aparece en mejores condiciones como alternativa para crecer. Es una actividad que tiene de todo en esa región, con bella y nevada cordillera, valle agrícola con ricas tradiciones patrimoniales y un mar, aunque batido y frio, es especial para los deportes náuticos y la pesca artesanal y deportiva.

Hay que pensar en grande, pero desde las bases del gran proyecto de desarrollo. Se trata de comenzar por la base, facilitando la formación integral de las nuevas generaciones. No se trata de improvisar, sino de estructurar planes de formación viables y prácticos. A la vez, el Estado y el sector privado, deben ir creando las mejores condiciones e infraestructura material para avanzar con certezas por el camino del progreso con crecimiento general.