¿Cambalache? Argentina entre el suicidio y el precipicio

Argentina vive horas cruciales en su historia política. Esta frase, que se repite cada vez que hay una elección que polariza una sociedad, se utiliza casi como lugar común. Este domingo se vivirá la votación más absurda que hayan vivido nuestros vecinos: por un lado el ministro de economía, que tiene una inflación galopante, y por otro un esquizofrénico.

Ambos son provocadores, porque a quién se le podría ocurrir que un ministro en el cargo podrá ofrecer algo que no ha sido capaz de controlar. Por otro, a quién se le podría ocurrir que está en su sano juicio para dirigir un país una persona que trata al Papa como «el maligno» y que dice hablar y que recibe consejos de su perro muerto.

Pero los trasandinos han sido convocados a elegir entre ambos, cuestión que tiene similitudes con las elecciones de Biden-Trump, Lula-Bolsonaro y Boric-Kast: la gente en Estados Unidos, Brasil y Chile optó por la mesura. Sin embargo, los argentinos no se caracterizan por esta condición. Son apasionados, discuten en la calle y el fútbol es su religión.

Entre el Papa, Maradona y Messi han transcurrido sus creencias más mundanas, pero hoy tienen al frente dos economistas que ofrecen sacar al país del 40% de pobreza y, para ello, uno -Javier Milei-, comenzará con dolarizar la economía y eliminar el Banco Central. El otro, Sergio Massa, propone proteger la industria nacional. El libertario apuesta por liberalizar la economía, arancelando la educación y la salud, mientras que el peronista le reprocha que quiera copiar el modelo chileno, resucitando las AFJP.

Argentina es el país más educado de Sudamérica junto con Uruguay. A su vez, su sistema político es de un gran partido donde caben todos, de derecha a centro izquierda. Esto hace que casi todos miren para el lado cuando se ven enfrentados a actos de corrupción. El policía y el senador afanan lo que pueden. El himno popular es Cambalache, como el nuestro Si Vas para Chile.

Este domingo son más de 30 millones convocados a las urnas, con la tarea de elegir entre el suicidio y el precipicio.