Por Sergio Velasco de la Cerda
Los ideales de ahora son los mismos de entonces; fortalecer la democracia, reducir la pobreza y la desigualdad, erradicar la corrupción y rehacer el tejido de la moral pública. No mentir, no robar, no traicionar al pueblo, como código de conducta. (AMLO:)
El abrazo de oso; fue el reciente “Acuerdo por Valparaíso” suscrito por la Empresa Portuaria, la Municipalidad, y la Gobernación Regional; entregado al Presidente de la República, en el terminal de pasajeros de los cruceros. El último recurso marítimo que les queda.
Bien por ellos, “todos queremos a Valparaíso, y queremos lo mejor para este puerto” señaló con astucia SE. Como broche de oro, no faltó el regalo bajo el brazo. La tradicional marraqueta que los emocionó hasta las lágrimas. “Estamos hablando de un traspaso de US$600 millones que será la inversión no minera en Valparaíso mas grande de los últimos años”.
Boric y Sharp, confabulados, saltaban de alegría, frente a una concurrencia exuberante, al fin, los turistas de los cruceros tendrán un muelle exclusivo. Valparaíso-puerto renacerá de las cenizas.
El enojo de ambos lideres se disipó al instante. Todo quedó en el pasado y malos entendidos de la prensa, mientras tanto los presentes, enjugaban sus pañuelos, al saber, que ya no solo serán una ciudad patrimonial de la UNESCO, sino que un puerto con futuro como antaño.
Los mil tambores volverán a retumbar por las principales avenidas. Los cerros se vestirán de colores y la bohemia, tan característica de una ciudad universitaria, estallará en los distintos típicos bares, donde se cobija un potencial poeta, y la cultura crece como una flor en primavera.
La felicidad tiene nombre, un ofrecimiento que despierta los anhelos mas puros de una ciudad-puerto que hace mucho perdió, el sentido de su banal existencia: Ya no son nada, de nada, lo que fueron hace un siglo de esplendor.
La tormenta ahora viene, difícil consolar a San Antonio, que creció, con el esfuerzo de sus trabajadores, muy a pesar, del coronel que asesinó a sus dirigentes. Como explicarle al país que, en 1985, el terremoto del 3 de marzo, el puerto y la ciudad, quedó en ruina, nada se hizo para reconstruirla. Solo con la reconquista de la democracia, el presidente Patricio Aylwin ordenó levantar la empresa estatal, con una visión de estadista, en un compromiso de país.
No fue una tarea fácil, intereses inmorales, atentaban con nuestras legítimas demandas, como ahora. Manos siniestras no quieren lo que la Presidenta Michelle Bachelet determinó: San Antonio, el futuro mega puerto de Chile. Tan necesario ante el evidente atraso en la moderna infraestructura portuaria.
La gran compensación del Ministerio de Transporte fue cambiar una vez más al presidente de EPSA. Confiamos en él, recién nombrado. Su responsabilidad durante estos dos últimos años de gobierno es enorme. Terminar con “permisología” de la que habla el expresidente Frei Ruiz Tagle y dar inicio a las dilatadas obras, que demanda la competencia del comercio exportador.
Para apoyar la labor de extremo extenuante, del reciente meritorio presidente, el ministro decidió nombrar un “Consejo Asesor Puerto Exterior”, cuyos integrantes son mayoritariamente afuerinos. Junto a la diputada Camila Rojas, los únicos auténticamente locales son la parlamentaria y el doctor pediatra Juan Francisco Jara, hijo ilustre de la ciudad. Qué Dios lo proteja, ante la jauría de intereses a que se verá enfrentado, sin querer queriendo.
Los integrantes son: Roberto Zahler, economista, Hernán Solminihac, ingeniero; Rodrigo Yáñez, abogado; Sabah Zrari, doctorada en puertos y ciudades; Antonia Bordas, geógrafa; Ana Lya Uriarte, abogada y exministra, todos y todas de vasta experiencia en políticas públicas. Su misión será romper la barrera de la inercia.
San Antonio tiene una paciencia de la marmota, pero despertar de León, y cuando se enfurece, no hay nadie ni nada que lo calme. No lo sigan provocando. Se los aconsejo de corazón. Conozco a mi gente. Presidente ponga el acelerador, Chile se lo agradecerá.