Por Héctor Martínez Díaz, periodista.
El filósofo liberal Guy Sorman, que tuvo a Javier Milei como alumno, dijo que Milei es primero loco y después liberal, nada nuevo si consideramos que, en la frondosa cabellera del libertario, incluidas sus pastillas menemistas, suelen aflorar ideas descabelladas.
Para algunos, lo suyo podría estar al límite del caso clínico, más incluso de lo que fue Abdulá Bucharam o Alan García, a quien Jaime Bayly le preguntó en una entrevista: “Está usted loco, Alan”, porque Milei no oculta el desvarío. En campaña portaba una motosierra para acabar con la casta y cual doctor Dollitle afirma que recibe consejos de su perro muerto.
Tras finalizar segundo en la primera vuelta presidencial argentina, seis puntos debajo de Sergio Massa, quien por cierto en su discurso triunfal también emuló a Menem con el “no los voy a defraudar”, Milei, apenas conocido los resultados, salió a pedir el voto de la casta a la que él con tanto ímpetu injurió. No contento con ello ofreció a Patricia Bullrich, a quien trató de “montonera asesina”, el Ministerio de Seguridad y, a mayor delirio, ofreció el Ministerio de Capital Humano al Frente de Izquierda, sector al que antes llamó “escoria humana” y “zurdos de mierda”.
Que Milei está loco, tal vez, que está de atar no lo sé, pero loco lindo no es.