¿Qué dejó la revolución de octubre en Chile?

Hace 4 años estalló una revolución en Chile que solo la pandemia, cinco meses después, la puso en pausa. Los procesos sociales no se paralizan del todo, tampoco se decretan, a lo mucho se detienen, y pasado un tiempo resurgen y algunos se encauzan por vías pacíficas (el caso chileno) y otros son violentos, como las guerras.

Las revoluciones son de derecha y de izquierda. El año 1973 vimos a la derecha arrasar con un pueblo por 17 años. La izquierda, que había hecho una revolución con empanadas y vino tinto, por el voto democrático, volvió a hacerlo por esta vía. En 1988 ganó el plebiscito y un año después la presidencia.

Buena parte de la derecha añora a Pinochet y busca instalar el modelo neoliberal a ultranza con la propuesta constitucional que deberemos votar el próximo 17 de diciembre. Son más papistas que el Papa. Las fuerzas armadas son de derecha, pero democráticas, aun cuando parte de ellos, de vez en cuando, hacen colectas entre funcionarios para los presos de Punta Peuco. La derecha hizo una revolución por las armas, la izquierda por el voto.

Me detengo en esta «revolución por el voto» de la izquierda, porque el proceso del todo no se ha detenido y la expresión del 18 de octubre de 2019 fue lo más lejos que ha ido la izquierda en Chile: La Primera Línea, que contenía la represión policial.

El encauzamiento del proceso vía un Acuerdo por la Paz con una nueva Constitución sigue siendo el «desde», porque esa fue la salida que el sistema político ofreció dos veces y deberá seguir buscando una redacción de un texto que reconozca derechos básicos que estaban en las causas de octubre: Pensiones, salud, educación y trabajo dignos.

La Fundación Sol nos recuerda este día que a 4 años de la crisis social, el sistema político y el gran capital defienden el modelo. Mientras 50% de las y los trabajadores ganan menos de $503 mil, casi 5 millones de personas tienen deuda morosa y 80% de pensiones de vejez de AFP están bajo el mínimo.

El modelo hace agua y lleva diez años estancado, por varias causas, que antes no se notaban por el crecimiento que mostraba la economía del «chorreo», pero ese chorreo se acabó hace una década por los márgenes de una economía que ha caminado fuertemente a la concentración, las fusiones de empresas y, por tanto, a la contracción del mercado. Las 3 cadenas de farmacias, las tres tiendas del retail, las tres cadenas de ferreterías, todo se reparte entre ellas y fijan los precios con márgenes exorbitantes como las AFP, los bancos, las autopistas y las cuestionadas isapres. No eran «arbolitos que caían», como dijo el entonces Presidente Piñera, eran trabajos en Iansa y Merck, que cerraban sus puertas. El chorreo se terminó hace 10 años y el 2019 estalló el descontento.

El PIB del 2012 fue de un 6,2%, pero desde el año 2013 bajó a un 3,3% y desde ahí a un 0,7% el 2019, pero el per cápita de ese año fue -2,4%.

Los datos no mienten, la revolución está viva y goza de buena salud, todo depende de cómo el sistema político responda: si cumple su promesa de una nueva Constitución con derechos o se la juega por tensar más a la sociedad con una camisa de fuerza que podría no tener más salida que una revolución que nadie quiere volver a repetir.