Verdades y Mentiras

 Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

 

No acierto a comprender cómo hay personas que quieren tergiversar lo evidente. Me sorprende la desfachatez para decir cosas tan increíbles como que la Historia de Chile no es la que se ha escrito con tanta sangre en los últimos 50 años. Y lo peor es que tal tergiversación, tales mentiras, se reparten por Chile con machacona insistencia a través de los medios tradicionales, en manos de intereses relacionados con la dictadura de Pinochet, y en forma muy organizada a través de los medios informales, incontrolados, que componen las redes sociales. Y de tanto repetirlas, no sólo por los medios, sino también por personajes de la vida cotidiana, esas mentiras se transforman en una realidad inconsecuente con los verdaderos hechos.

Voy a cumplir 50 años fuera de mi país, expulsado por la barbarie fascista que protagonizó un golpe de estado sangriento, financiado por Estados Unidos y capitales de millonarios chilenos. Lo digo con la certeza que me brindan los miles de documentos que el propio Gobierno de los Estados Unidos ha desclasificado. Documentos          que revelan la trama descarada de las autoridades de ese país en aquella época, las instrucciones precisas para que la mano armada chilena actuara y las informaciones y maquinaciones de una CIA que sigue ocultando algunos documentos claves para entender definitivamente la intervención en Chile.

Lo que no midieron los promotores de esta inhumana y antidemocrática acción es que la alta oficialidad chilena mostró su rostro verdadero de vulgares asesinos. Todos ellos –y muchos más que permanecen ocultos, mimetizados entre los descendientes de los financistas-, ahora se encuentran o han muerto en la cárcel pagando sus delitos. Menos Pinochet, que jugó al engaño hasta el último día de su vida y cuya imagen es repudiada mundialmente.

Señalé que voy a cumplir 50 años fuera de mi Patria. Y eso no se lo deseo ni al peor enemigo. He vivido en cinco países, con familia a cuesta, arrastrándoles en su inocencia en busca de un lugar donde poder vivir la construcción de un futuro.  Y somos muchos miles de chilenos los que hemos deambulado por el mundo, en un injusto y execrable exilio. Hemos sufrido, sin duda alguna. Pero nunca hemos perdido la dignidad de ser chilenos, representantes de un anhelo legítimo para construir un Chile más justo y solidario. Y como amamos nuestra tierra por sobre todo, hemos trabajado y hecho esfuerzos inmensos para denunciar la barbarie que ahogaba a nuestro pueblo y hemos provocado un movimiento solidario internacional tan grande, sólo comparable con la ola solidaria que recorrió el orbe con el pueblo de Vietnam.

Esa verdad, esa lucha interna que llevaba heroicamente la gente humilde de nuestro país, removió la conciencia de todo el mundo, la que reprobó con fuerza a la soldadesca chilena y la aisló de un mundo creciente en democracia, solidaridad y calidad de vida.

Lo digo con la convicción que provoca el hecho de que miles y miles de calles, plazas, edificios, escuelas y monumentos, rinden en todos los rincones de la tierra tributo de honor y gloria a nuestros mártires.

Hoy quieren desconocer estos hechos. Nos desinforman en Chile y nos presentan una historia burdamente tejida entre cuatro paredes, difundida por sus canales de oprobio. Sistema de mentiras para tergiversar realidades, para ocultar hechos reprobables, para asfaltar la carretera que les permita avanzar en las injusticias, en los abusos, en la explotación más grosera de la gente humilde, en la corrupción que destruye la moral.

Pero las grandes mayorías de chilenos no van a equivocarse y no van a aceptar tanta manipulación de nuestras conciencias. Van a recurrir al sentido común, que nos indica cuál es la verdad y hacia donde nos quieren llevar. No van a aceptar las mentiras que tergiversan hechos de dolor, porque esas grandes mayorías del pueblo tienen en sus familias, ejemplos de aquella aberración. Tienen familiares que han sido asesinados, torturados, detenidos desaparecidos, defenestrados de sus trabajos, exiliados. Por lo mismo, ellos no olvidan, no perdonan y son capaces de comprender lo que hoy nos amenaza.

Y sólo la Democracia es el camino para recuperar nuestra vida en común, solidaria y tolerante. Esa vía que nos dio prestigio a nivel internacional y que hoy se encuentra bloqueada. Por lo mismo, debemos aplicar el sentido común, la memoria, la tolerancia, la democracia y la moral, que son los conceptos que hoy deben primar para poder recobrar aquella paz que nos permitirá avanzar hacia un futuro mejor.

Chile lo espera y su gente lo merece.