Milei, ¿Cómo se llama?

Adolf, no, pero es lo mismo. Es producto de la desesperanza de gente que buscaba un nuevo relato, alguien que empoderace a la Alemania de la década del ’30, agobiada por pagar la cuenta que le dejó perder la Primera Guerra Mundial.

Entonces apareció un mesiánico, un ser que con el verbo envolvió un discurso de odio que acabó con 6 millones de seres humanos muertos en 6 años de guerra.

Hoy Adolf se ha encarnado en Milei, quien verborrea contra el mismísimo Papa. Es largo el listado de propuestas aberrantes que el primer lugar en las elecciones primarias del pasado domingo en Argentina, ha levantado. En redes sociales se pueden repasar y hasta reírse de muchas de ellas, pero no se trata de promoverlas en este espacio, sino de generar una alerta como hicieron Estados Unidos, Brasil, Chile y Colombia.

Milei no va a llegar a presidir Argentina, porque su voto de rechazo tocó techo y necesitaría ganar en segunda vuelta, necesariamente. Si pasa con Patricia Bullrich, la centro izquierda no lo votará. Si pasa con Sergio Massa, el peronismo se va a defender de la ultraderecha con todo, y el partido que lleva el nombre del presidente más popular de Argentina, tiene un espectro que va desde la derecha a la izquierda al cual echar mano.

Este personaje cuenta con el favor de los medios de comunicación abiertos en Argentina, como lo tiene Trump en Estados Unidos, Kast en Chile o Bolsonaro en Brasil. También gozan del apoyo de encuestadoras que hacen la pregunta indicada para marcar la pauta del domingo y, además, tienen una base de 30 puntos que sirve para generar sensaciones de alta popularidad.

De lo anterior debe darse cuenta el que está en el poder. Tener 30 puntos no es poco, aunque no alcanza para hacerse del gobierno. Sin embargo, la ultraderecha italiana hoy está gobernando, pero tiene el cortafuegos de la Unión Europea.

El 22 de octubre será la primera vuelta y, salvo que los argentinos hayan enloquecido del todo, habrá segunda vuelta 30 días después.

Veremos si es posible que un psicópata de la política se transforme en la reencarnación de Hitler, eso depende de los argentinos.