Hay que corregir formas y actitudes

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

¡Qué difícil es Gobernar Chile en las actuales condiciones!  Lo digo desde la distancia geográfica que me separa de mi país, pero desde la realidad que me brindan las nuevas tecnologías, que me acercan personas, organizaciones, instituciones y medios de prensa. O sea, me siento bien informado como para hacer el comentario que a continuación desarrollo. Y cuento con una ventaja, al estar tan lejos de la geografía humana chilena: me puedo elevar por sobre la “chuchoca” política cotidiana y apreciar con mayor claridad los hechos fundamentales que, a mi juicio, se viven en el Chile que es seguido con mucha atención desde el resto del mundo.

Lo afirmo, porque aún somos considerados unos avanzados en nuestros procesos políticos y sociales. Somos habitualmente elegidos como banco de pruebas de proyectos económicos de envergadura. Hasta hace algunos años, una vez recuperada la democracia, Chile avanzó en corregir las aberraciones económicas del período negro de la dictadura, revirtiendo las políticas que daban prioridad absoluta a la macro economía, olvidándose de las necesidades de las grandes mayorías populares. Eso había profundizado la inequidad, la miseria y las injusticias. El cambio de rumbo permitió dinamizar la economía, transformando a nuestro país en un ejemplo confiable, en un buen “cabeza de playa” para que los inversores internacionales pusieran un pie en el insuficientemente explotado Mercado Latinoamericano.

Desgraciadamente, el panorama político se fue transformando en inestable cada vez que se intentaba poner en actividad más cambios fundamentales que pusieran fin a los abusos, a la explotación desmedida en beneficio de unos pocos. Y, por el contrario, se fue abriendo la brecha de las desigualdades, apareciendo una corrupción desatada. Mucho de lo cual se fundamenta en los efectos del descubrimiento de hechos deleznables ocurridos en Instituciones que debían ser garantes de rectitud y decencia. Entonces, la clase política también se fue desfigurando y los partidos políticos se fueron jibarizando, debido a la aparición de corruptelas y de falsos liderazgos que comandaban grupos de interés personal.

Hoy vivimos momentos de grave incertidumbre. Hay algunos que se han olvidado de la crisis profunda transformada en estallido social. Que se superó porque se prometió una salida a través de una nueva Constitución que fuera hecha en forma democrática, amplia, generosa con los cambios que el país necesita. Proceso fracasado.  Hoy estamos viviendo una segunda experiencia que -al parecer-, tendrá igual resultado ya que tampoco prosperaría, puesto que algunos prefieren rechazar el documento y dejarnos la actual Carta Magna, cuyo origen está en la dictadura.

Todo eso profundiza una situación de polarización social muy peligrosa. Por eso, volvemos a la exclamación inicial: ¡Qué difícil es Gobernar Chile en las actuales condiciones!.  El país está partido por la mitad, con una que intenta hacer cambios y la otra que quiere seguir manteniendo la actual situación, donde la parte ancha del embudo está para el lado del poder económico de Chile. Son minoritarios, pero cuentan con una maquinaria comunicacional monopólica y crueles proyectos de convencimiento de masas que deforman y tergiversan realidades y personajes.

Utilizan con desfachatez las “fakenews”, mintiendo y desperfilando a los oponentes. No sólo se va corroyendo el poder político, sino que se va deformando el sistema  democrático con grave riesgo a perder su estabilidad. Se ha perdido el respeto por las autoridades elegidas por la mayoría y no hay acción judicial contundente para frenar tanta barbarie. No seguimos una línea ética y moral que garantice el avance de nuestra sociedad y que nos saque del pozo oscuro en que nos vamos hundiendo. No podemos seguir en esa línea.

Lamento que este comentario se arrastre por los caminos de la desesperanza. Especialmente en mi,  que soy un positivista consuetudinario. Pero creo que la realidad que se vislumbra es esa y debemos enfrentarla con decisión y entre todos. De uno y otro lado. No podemos continuar en la división tan radical y violenta a la que nos conduce la actual situación. Es urgente, entonces, encontrar soluciones con generosidad, mediante el diálogo y con más democracia. Entonces surgirán nuevos liderazgos capaces de volver a ilusionar a un pueblo tan bello y ejemplar como el chileno.