El Periodismo y las urgentes necesidades de las grandes mayorías

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

 

El martes recién pasado, se celebró el 67° Aniversario del Colegio de Periodistas de Chile, que fue creado en 1956 bajo la Ley 12.045.  Posteriormente, se estableció celebrar también cada 11 de julio el Día del Periodista, como una forma de detenerse y reflexionar sobre la tarea agitada, complicada, apasionante e influyente de los profesionales de la comunicación.

Desde hace muchos años vengo escribiendo mis reflexiones personales sobre las evoluciones del periodismo en Chile. En general, y para contextualizar, los periodistas somos personas que actuamos como testigos, muchas veces privilegiados, de la actualidad, de los devenires y avatares de la sociedad. Pero claro, somos permeables a unos medios que son manejados con criterios comerciales o políticos, que muchas veces nos alejan de la verdad.

Partiendo del sentido autocrítico de los personalismos, tenemos que reconocer que existe un periodismo informativo, objetivo, sin adjetivaciones. Y hay otro que es interpretativo, donde el profesional agrega un punto de vista subjetivo.

Hace seis años, me publicaron en la prensa de Chillán un artículo bajo este mismo título, en el cual señalaba que, al margen de la plataforma (prensa, radio, tv, redes sociales, etc.), está el condicionante de la propiedad de los medios y de su línea editorial. Muchas veces divergentes, con intereses personales o de grupos. Si el periodista no concuerda con esta línea editorial, o si renuncia a sus propias convicciones, entra en el terreno de la contradicción ética y moral.

Mirando la actualidad desde nuestra perspectiva personal, nos preocupa la situación de la infancia desvalida; deseamos que la vejez tenga pensiones dignas; luchamos porque se construyan barreras reales para impedir la corrupción y la colusión; encontramos aberrante la impunidad; queremos probidad en lo público y en lo privado; rechazamos la concentración empresarial, que atenta contra la pluralidad.

En este sentido, creo que desde los medios se está utilizando una costumbre decadente, mediocre y peligrosamente irresponsable. Me refiero al repetitivo uso de las fake news, las noticias falsas, las mentiras que se lanzan a través de los medios con la evidente intencionalidad de tergiversar realidades y de transformar en ficticio todo lo que nos rodea.  Todo eso, en beneficio de unos pocos, sin pensar en el daño que se le hace al conjunto de la sociedad.

A propósito de esto, recuerdo que hace más de medio siglo, cuando ingresé como socio al Colegio de Periodistas de Chile, lo hice porque era una Institución preocupada de la ética y que cautelaba el ejercicio libre de la profesión de periodista. El Colegio tenía competencias para fiscalizar a los medios en cuanto a que quienes dieran noticias, escritas o verbales, fueran profesionales colegiados.  Y, además, fijaba aranceles mínimos para que los periodistas recibieran un sueldo digno. Los medios que no cumplieran con esas premisas, incurrían en delitos y eran sancionados drásticamente por los Tribunales de Justicia.

Hoy, con el uso y abuso de los medios que son controlados férreamente por intereses privados y con tanto intrusismo, la actividad del periodismo ha ido perdiendo credibilidad. Y, lo que es peor, la proliferación de la mentira, el desarrollo de la chabacanería y de la grosera manipulación, nos va convirtiendo en una sociedad enferma, alejada de los problemas que realmente la aquejan.  Se nos construye una realidad ficticia.

Sinceramente, creo que los profesionales del periodismo debemos luchar por reconstruir las normas éticas que imperaban anteriormente; alcanzar los niveles de credibilidad de antaño, porque eso nos llevará a recuperar aquel respeto perdido. Debemos ser responsables con el papel que jugamos en la sociedad, que es trascendente para la construcción de una sociedad con progreso y equidad.

Les ruego que consideren esto con el sentido autocrítico con que lo escribo. Sé que es duro, pero es profundamente sincero, porque debemos admitir como una realidad que nos está obligando a chapotear en un barro grotesco, manejado por intereses menores, alejado de las urgentes necesidades de las grandes mayorías.

Chile merece respeto y verdad. Por lo mismo, considero que la mejor forma de celebrar nuestro Día del Periodismo es tratar de ser profesionales ética y moralmente mejores y más libres. Y contar con una organización colegial sólida, masiva y competente, que respalde y cautele nuestra labor en torno a la verdad. La información es un derecho de los pueblos y a ellos nos debemos.